Siguiendo en el camino marcado por San Juan Pablo II, el Papa Francisco -en un discurso pronunciado el 11 de octubre con motivo del 25 aniversario del Catecismo de la Doctrina Católica- ha declarado que «se debe afirmar con fuerza que la pena de muerte es una medida inhumana que humilla, en todas sus formas, la dignidad de la persona» y «es, en sí misma contraria al Evangelio porque se decide voluntariamente suprimir una vida humana que es siempre sagrada a los ojos del Creador». Por lo tanto «es necesario confirmar que, por grave que pueda ser el delito cometido, la pena de muerte es inadmisible ya que atenta contra la inviolabilidad y dignidad de la persona humana».
Hace 25 años, Juan Pablo II sufrió fuertes críticas de los católicos de Estados Unidos al proclamar en el nuevo Catecismo que en la mayoría de los países con un cierto nivel de desarrollo ya no se daban las circunstancias para condenar a nadie a la pena de muerte, por existir medios alternativos para impedir que la persona cometa nuevos daños.
El Papa afirma que el Catecismo debe modificarse de nuevo para excluir esa condena en todos los casos, recogiendo «no solo el progreso de la doctrina a cargo de los últimos Pontífices sino también la nueva conciencia del pueblo cristiano, que rechaza una pena que daña gravemente la dignidad humana».
El Papa reconoce que «en siglos pasados, la pena de muerte parecía la consecuencia lógica de la aplicación de la justicia», y «por desgracia, también en el Estado Pontificio se recurrió a este remedio inhumano». Una desviación del Evangelio, «por una mentalidad más legalista que cristiana».
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