En torno del Mensaje del Papa Francisco para la 50 Jornada Mundial de la Paz.
Ante los embajadores de varios países africanos el Papa Francisco habló recientemente sobre la no violencia como «un típico ejemplo de valor universal que se encuentra en el Evangelio de Cristo», un camino que debe convertirse en el estilo de vida a seguir para lograr la paz.
Ante los embajadores de varios países africanos el Papa Francisco habló recientemente sobre la no violencia como «un típico ejemplo de valor universal que se encuentra en el Evangelio de Cristo», un camino que debe convertirse en el estilo de vida a seguir para lograr la paz.
En nuestro mundo actual, desgarrado por conflictos bélicos, por terrorismo, por el hambre e injusticias de cualquier tipo, es sumamente importante escuchar e interiorizar las palabras del Papa Francisco, elocuentemente comunicadas en su último Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz.
Uno de los grandes valores espirituales y morales en la vida cristiana y parte esencial de la labor de la Iglesia es precisamente la búsqueda de la paz, tema fundamental en todas las cartas del 1 de enero de los Sumos Pontífices en los últimos 50 años. Promover este nuevo estilo de hacer una política de no violencia «presupone una fuerza de ánimo, de valentía y de capacidad de afrontar las cuestiones y los conflictos con honestidad intelectual, buscando verdaderamente el bien común antes que sus propios intereses, ya sean ideológicos, económicos o políticos».
Ya en el primer punto de este gran Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz el Papa reza que «la imagen y semejanza de Dios en cada persona nos permite reconocer unos a otros como dones sagrados dotados de una inmensa dignidad», algo tan olvidado en tantos conflictos sangrantes y en la comunidad política internacional.
El Papa recuerda las palabras tan actuales del beato Pablo VI en el primer Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz hace 50 años: «la paz es la línea única y verdadera del progreso humano». Y el Papa pone el dedo en la llaga con su pregunta tan inquietante: «¿Esta violencia sirve a un fin de valor duradero?». Tantos conflictos en este mundo fragmentado, ¿no desencadenan represalias y espirales de conflictos letales que benefician sólo a algunos “señores de la guerra”? Por esto el Papa Francisco aboga explícitamente por un desarme y sobre todo también por una abolición y prohibición de armas nucleares que pueden destruir toda la vida en la tierra y son un gran obstáculo en el camino hacia una paz duradera.
Jesucristo sabía que el campo de batalla entre la violencia y la paz es el corazón humano. Él nos enseña el amor incondicional de Dios, hasta el amor a los enemigos (Mt 5, 44), junto con las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-12), que son la revolución cristiana, un verdadero camino que construye una comunidad internacional desde la paz, desde el reconocimiento básico que todos somos hijos e hijas de Dios. El Santo Padre utiliza el ejemplo de la actitud de la santa Madre Teresa de Calcuta ante tanta violencia, ante tanta persona rota, desfallecida en las cunetas del mundo, abandonada y descartada, a saber: «salir al encuentro de las víctimas con generosidad y dedicación, tocando y vendando los cuerpos heridos, curando las vidas rotas».
Urge más que nunca fomentar una nueva cultura de la paz, empezando en la familia. Es en el seno de la familia donde «se aprende comunicarse y cuidarse unos a otros de modo desinteresado y donde hay que promover el diálogo, el respeto, la búsqueda del bien del otro, la misericordia y el perdón». Y desde las familias y comunidades cristianas se debe fomentar esta actitud positiva de la no violencia hasta que se convierta en un estilo de vida para el bien de toda la sociedad. Una manera bella de vivir y convivir que rechaza «descartar a las personas, dañar al ambiente y querer vencer a cualquier precio». Al final del mensaje el Pontífice pide a la Santísima Virgen María que sea ella como Reina de la Paz quien nos guíe en el camino hacia la paz que todos deseamos, sabiendo que «todos podemos ser artesanos de la paz».
Pastoral Social
Diócesis de Palencia
Diócesis de Palencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario