«Al llegar la Navidad observo que todos los años ocurre lo siguiente, en el centro en el que trabajo, San Juan de Dios, se ponen Nacimientos en todos los pabellones, y también uno grande en el pinar del Centro Asistencial San Juan de Dios. Al Niño le ponemos una manta o alfombrita para “protegerle” de la paja del pesebre. A los pocos días siempre aparece tapado con esa colcha o manta. Todos los años algún paciente anónimo se encarga de arroparle.
Esta mañana el termómetro marcaba -5C. Al subir al despacho me he vuelto a encontrar así al Niño Jesus. Alguna de las personas atendidas en el Centro ya le había vuelto a arropar... Me emociona... Ojalá mi vida llegue a ser tan auténtica como este gesto de personas que, por su enfermedad mental o su discapacidad, han de vivir aquí... ¡Feliz Año Nuevo! Que sintamos a Dios arropándonos, especialmente a través de los que más necesitan ser arropados».
Antes de acabar el año nos llegaba -a través de un whatsapp- esta preciosa reflexión de un trabajador del Centro San Juan de Dios ... y mientras esto escribo... miles de refugiados pasan por una situación crítica a las puertas de Europa.
Malviviendo y malmuriendo entre temperaturas gélidas, nieve, hielo... y miseria. Y destapando nuestras miserias.
Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo” (Mt 25, 44-45).
En verdad os digo... que tenemos mucho que arropar. Al Niño... y a muchos niños. No nos va a faltar faena durante todo el año.
Domingo Pérez
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