Orquesta Joven de Palencia |
Recuerdo la última Jornada de la Juventud cuando Palencia, durante una semana, se llenó de jóvenes de distintos países del mundo antes de acercarse a Madrid al encuentro mundial con el Papa. Pero sobre todo no puedo olvidar el esfuerzo que muchos jóvenes y familias hicieron para acogerlos. Y abrieron -en algunos casos sin conocer el idioma- las puertas de su casa y de su corazón. La ciudad y los pueblos cabeceras de comarca se llenaron de actividades y celebraciones para mostrarles lo mejor de cada uno de nosotros, de nuestra tierra y de nuestro pueblo. Durante más de diez meses organizaron una orquesta y un coro de jóvenes y estrenaron una misa cantada, compuesta por uno de ellos, en la celebración del último día. En la Eucaristía de clausura del Año de santa Teresa, hace un mes en Ávila, otros jóvenes han cantado alguna de las canciones de aquella Misa de 2011.
Cuando ves el esfuerzo de tanta y tanta gente, que de manera generosa y gratuita, entrega su tiempo, sus cualidades, su dinero y su vida por los demás... descubres la fuerza de Iglesia. Cuando semana tras semanas ves cómo se organiza en los diferentes grupos la vida de una parroquia, de un movimiento, de una asociación... sientes el palpitar de la Iglesia. Cuando conoces el esfuerzo de tantos profesores y familias para que sus hijos tengan una educación que responda a la concepción que ellos tienen de esta vida que trasciende estos muros visibles... descubres los horizontes de la Iglesia. Cuando, como en un susurro, sientes la vida contemplativa de oración, trabajo, silencio... se revela el alma de la Iglesia. Cuando conoces a pequeñas comunidades de personas consagradas a la vida fraterna dedicando su vida a la misericordia... evocas los comienzos dela Iglesia.
Aquella orquesta y coro de jóvenes que escuchaba ensayar desde mi casa, abajo en el pasillo, al fondo, me ofrecía la posibilidad de no sólo imaginarme la Iglesia sino palparla en profundidad. Nuestra Iglesia, comunidad de creyentes, como una gran puesta en escena canta y toca para sí y para los demás. Cada uno, junto a otros, canta su voz, o toca el instrumento que más se adecua a su destreza musical. Y sí, toca o canta su melodía, pero atento al tono, al ritmo, al silencio... al director. Y las notas y matices diferentes, las síncopas, los contrapuntos y los ritmos a contratiempo, encajan a la perfección en el todo, en la fuerza de la disciplina y la obediencia, en la belleza sinfónica de la obra bien hecha.
No se me ocurre ahora mejor imagen para comprender la Iglesia y la diócesis. Nosotros en Palencia, con una dilatada historia de Iglesia, con un patrimonio tangible de siglos -tanto espiritual como artístico-, con familias enteras que han sido y son testimonio visible de la autenticidad de una fe trasmitida como el mejor tesoro de padres a hijos... nosotros, no podemos dejar perder esta herencia que nos dignifica, nos libera y nos hace salir de la superficialidad para vivir con la dignidad del que cree en Dios y en el hombre, tan juntos como el mismo Cristo. En Dios para sostener mi frágil andamiaje y poder salir de mi única visión de las cosas, en la humanidad para mantener unidos la creación y la fraternidad universal.
En estos días hemos estando presentando y sensibilizando a nuestras comunidades sobre la vida y la economía de la diócesis. Por eso más importante que los donativos es necesario que revisemos el testimonio que cada uno de nosotros podemos dar de Aquél en quien creemos, y no sólo personal, sino también comunitario. Como los primeros cristianos debemos seguir caminando hacia la comunión: un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo corazón. Creer en el Señor, orar y celebrar la Eucaristía, escuchar a nuestros apóstoles, permanecer unidos y poner nuestros bienes en común, no sólo será beneficioso para nuestra Iglesia palentina, sino también para todos aquellos que estén necesitados a nuestro lado o en tierras lejanas, porque sólo de esta manera podrán seguir diciendo: ¡Mirad cómo se aman!
Antonio Gómez Cantero
Administrador Diocesano
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