Hace años un buen amigo -al que aprecio y él lo sabe- me llamó SOFISTA. Y se me quedó grabado. Él, como Platón, decía que mi discurso era “embaucador, lleno de formalismos y trampas dialécticas”. Por lo visto, un servidor dominando las palabras podía ser capaz de persuadir a otros, y “convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles”, como decía Protágoras, a través de “razonamientos engañosos”. Así que me voy a poner “sofista”.
Todos tenemos recientes las imágenes de mozos corneados por los toros en los recientes Sanfermines... no hace falta ilustrar esto con fotos desagradables. Y al hilo de estos sucesos... se han multiplicado reacciones que se podrían resumir en, más o menos, lo siguiente: “Era libre. Nadie le mandó meterse ahí. Era consciente de los riesgos... Con lo cual, no me da mucha lástima”.
Este modo de pensamiento se está convirtiendo en muy habitual. Y, abre senderos que me parecen peligrosos. Poniéndonos sofistas y llevando esta lógica al extremo y extrapolando... podríamos aplicarla en múltiples ocasiones. Por ejemplo:
- Un buen señor, en una operación a corazón abierto, se queda en la mesa de un quirófano. No merece nuestra lástima. Conocía los riesgos y firmó un consentimiento.
- Una patera que se hunde. Un par de senegaleses se ahogan en el Mediterráneo. No merecen nuestra lástima. Sabían que era peligroso y podían haberse quedado en su casa.
- Una muchacha de 17 años está de botellón. Bebe mucho. Luego coge un coche y tiene un accidente. Ahora está en el Centro de Parapléjicos de Toledo. No merece lástima. Fue muy imprudente y todo lo hizo porque le dio la gana.
- Un jubilado pierde su dinero porque lo metió en las “preferentes”. No merece lástima. Firmó con su puño y letra. Debería haberse informado mejor. Nadie da duros a cuatro pesetas.
- Un país no está de acuerdo con las decisiones que toma un gobierno... que además no estaban en su programa electoral. Ese país entero no merece lástima. Sus ciudadanos votaron -por mayoría absoluta y libremente...- a ese gobierno.
Ya sé que no son cosas comparables. Ya lo sé. Y estoy sacando las cosas de contexto. Ya lo sé. Pero me da en la nariz... que va a ser verdad lo que ha dicho hace poco el Papa Francisco: “La globalización de la indiferencia, nos ha quitado la capacidad de llorar”.
No me gusta este modo de pensamiento. Tengo decretado no separarme de lo que dijo Terencio en el 165 a.C.: “Hombre soy; nada humano me es ajeno”. Ni de lo que apuntilló Unamuno: “Soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño”.
Domingo Pérez
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