Cuando se acerca el 10 de Febrero, Día del ayuno voluntario, y cuando Manos Unidas de Palencia va a celebrar su Asamblea anual, dentro de la cual se bendecirán los nuevos locales, cedidos por el obispado, quisiera hacer un llamamiento a todos los palentinos a atender la llamada que esta institución benéfica de la Iglesia hace a todo el pueblo de Dios y a los hombres y mujeres de buena voluntad, en favor del tercer mundo.
En palabras de Doña Myriam García Abrisqueta, Presidenta de Manos Unidas, “en el año 2012 la Campaña de Manos Unidas reclama el cumplimiento del Objetivo del Milenio número 6, la protección del derecho de todos a la salud, combatiendo el VIH/Sida, el paludismo o la malaria, la tuberculosis y otras enfermedades olvidadas, que, pese a serlo, son especialmente virulentas entre los más pobres. Y quiere ser una defensa del desarrollo integral de cada persona y de la humanidad, porque la salud y el desarrollo integral caminan juntos. Nadie puede permanecer indiferente ante el hambre, la miseria y la injusticia”.
Hablando de los derechos fundamentales de la persona humana, el Papa Benedicto XVI, en el número 43 de su encíclica “Cáritas in veritate”, afirma: “Hoy se da una profunda contradicción. Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y superfluo, con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad. Se aprecia con frecuencia una relación entre la reivindicación del derecho a lo superfluo, e incluso a la transgresión y al vicio, en las sociedades opulentas, y la carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios elementales en ciertas regiones del mundo subdesarrollado y también en la periferia de las grandes ciudades”.
Entre los derechos fundamentales de la persona humana está, evidentemente el derecho a la salud. Sin embargo, sigue diciendo la Presidenta de Manos Unidas, “las cifras y las estadísticas sanitarias son aterradoras. Según el Informe Objetivos de Desarrollo del Milenio 2011, en el año 2009 había 33,3 millones de personas infectadas por el VIH, de las cuales, 22,6 millones vivían en el África subsahariana, y el 60% eran mujeres. También en 2009 hubo 225 millones de casos de paludismo, que produjo cerca de un millón de muertes, sobre todo en África, donde cada 45 segundos muere un niño por estas causa”.
Ciertamente estas cifras impresionan, pero dado lo abstracto de los números, no podemos calibrar el drama humano que esto supone. El hecho de que, en alguna parte de África, haya muerto ya un niño, en el tiempo que hemos tardado en leer este artículo, nos puede ayudar a comprender lo horrible de la situación. Con un poco de imaginación, podemos ver una chabola de paja en un pueblo cualquiera del continente negro, con un niño de pocos años tendido sobre una manta en el suelo, a punto de morir. Le rodean sus padres llorando y algunos vecinos que han acudido a acompañar con su presencia a la familia, que está pasando por un trance tan cruel. Nos sentiríamos impulsados a acudir a una de las farmacias cercanas a nuestra casa, bien repletas de medicamentos de todo tipo, y si pudiésemos, comprar en seguida unos antibióticos adecuados, para enviarlos rápidamente al poblado y evitar así la muerte de un ser tan desvalido. Pero, siguiendo con nuestro relato imaginario, cuando el remedio de la enfermedad llegó al poblado era ya demasiado tarde. Un sentimiento difuso de culpabilidad podría invadirnos repentinamente: si hubiésemos actuado antes, quizás hubiesemos podido todavía salvar esa vida...
Pues esto es precisamente lo que trata de conseguir Manos Unidas con su campaña “La salud, derecho de todos: ¡actúa!”. No hemos llegado a tiempo a salvar la vida de ese niño, pero podemos salvar la de otros en parecidas circunstancias. Basta sólo con que el Día del Ayuno voluntario nos solidaricemos con los millones de personas que ayunan a diario por necesidad y donemos el dinero que nos ahorramos ese día a Manos Unidas. Quizás así lleguemos a tiempo a salvar nuevas vidas. Así de sencillo...
Y recordemos siempre las palabras de Benedicto XVI al final de la citada encíclica “Cáritas in veritate”: “Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Y nos anima: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo» (Mt 28,20). Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y trabajan por la justicia”.
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