19 de febrero de 2012 - VII Domingo Tiempo
Ordinario
- Is 43, 18-20. 21-22. 24b-25. Por mi
cuenta borraba tus crímenes.
- Sal 40. Sáname, Señor, porque he pecado
contra ti.
- 2Cor 1, 18-22. Jesús no fue primero «sí»
y luego «no»; en él todo se ha convertido en un «sí».
- Mc 2, 1-12. El Hijo del hombre tiene
potestad en la tierra para perdonar pecados.
Unos
días después de la curación del leproso-domingo anterior- Jesús vuelve y “entró
en Cafarnaún”. De nuevo la gente se agolpa en torno a Él, para escuchar su
palabra, -“Jesús se puso a anunciarles el mensaje”- de modo “que no cabían ni
delante de la puerta”. Esto da lugar a la sorprendente narración de San Marcos
en el evangelio de hoy: “le llevaron un paralítico entre cuatro”, dado que la
multitud bloquea la puerta, deciden subirse al techo, quitar las tejas, hasta
lograr llegar junto a Jesús.
¿Cómo
reacciona Jesús al ver lo que han hecho estos hombres?, reconoce la fe tan
grande que los motiva y le dice al enfermo: “tus pecados quedan perdonados”. No
parece que fuera la respuesta o el gesto que esperaban los camilleros y el
paralítico. No es un problema de comunicación, Jesús no es un curandero que
despierta la admiración de la gente, viene a construir el Reino, que empieza en
lo profundo de los corazones, “las curaciones son los signos externos de esa
acción salvadora y transformadora de Dios a través de su Hijo”. Por eso, después
de la discusión con los letrados “blasfema, ¿quién puede perdonar los pecados
sino Dios?”, dirá: “para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad de
perdonar los pecados... le dijo al paralítico: levántate y anda”.
“Jesús cura los dolores físicos, y la
herida que produce la libertad humana cuando rechaza el proyecto de Dios sobre
el hombre, sobre el mundo”. ¿Qué dimensiones del perdón debo recuperar en mi
vida?
José González Rabanal
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