5 de febrero de 2012 - IV Domingo Tiempo
Ordinario
- Job 7, 1-4.6-7. Mis días se consumen sin
esperanza.
- Sal 146. Alabad al Señor, que sana los
corazones destrozados.
- 1Co 9, 16-19. 22-23. ¡Ay de mí si no
anuncio el Evangelio!
- Mc 1, 29-39. Curó a muchos enfermos de
diversos males.
La
jornada tipo de Jesús de atención a los enfermos, continúa ahora en casa de
Pedro. «Al salir de la sinagoga; Jesús se fue inmediatamente a casa de Simón y
de Andrés». Jesús quiere desvelar su persona con numerosas curaciones. La
primera es la curación de la suegra de Pedro; el gesto de Jesús es natural,
pero lleno de significado «la cogió de la mano, la levantó y se puso a
servirles». El poder de Jesús levanta al hombre, a todo hombre, para
encaminarle sobre el sendero del servicio propio de todo discípulo. Las demás
curaciones invitan a ver en Jesús a aquel que tiene el poder de salvar al
hombre de sus miserias.
Pero
la agenda de Jesús no está completa: «muy de madrugada, antes de amanecer, se
levantó, salió, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar», la soledad
y la oración forman parte también de su ministerio. Orar en la vida de Jesús es
una actitud habitual, como respirar, predicar, curar. Es como una necesidad que
envuelve toda su vida. Se retira a orar al monte o al despoblado, al anochecer
o al amanecer. Ha pasado todo el día haciendo el bien, ahora busca el encuentro
con Dios Padre en el silencio.
“Ha pasado todo el día haciendo el bien, ahora
busca el encuentro con Dios Padre en el silencio” ¿Qué busco en mis encuentros
con Dios Padre, su voluntad, la misión gratuita que me encomienda, o mis
intereses?
José González Rabanal
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