El pasado 7 de febrero se presentó en Roma el Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma de este año, bajo el tema: “Fijémonos los unos a los otros, para estímulo de la caridad y las obras buenas”.
En su mensaje comienza explicando que «la Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana», a saber: la caridad. Y agrega que «este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario», puesto que se trata de «un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual».
El Santo Padre propone algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10, 24). Y explica que el fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Mientras recuerda que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25).
En el primer punto subtitulado “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano; Benedicto XVI afirma que también hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4, 9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. Porque «el gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente».
«La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual», escribe más adelante Benedicto XVI. Y señala que «la cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es “bueno y hace el bien” (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades».
Tras plantear la pregunta de «¿qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano?», el Papa escribe que «con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás». Mientras «nunca debemos ser incapaces de tener misericordia para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre»; porque «el encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza».
En el tercer punto el Papa se refiere al estímulo de la caridad y las buenas obras, como camino hacia la santidad. Y recuerda que «lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a ‘comerciar con los talentos’ que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás» (cf. Mt 25,25 ss). «Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor -concluye su Mensaje- todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras» (cf. Hb 6,10). Llamada que es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua.
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