En respuesta a la crisis económica y financiera que atraviesa actualmente Europa, los obispos de la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE) hicieron pública, el pasado 6 de febrero, una Declaración en la que proponen que “el Mercado Común evolucione según el concepto de economía social de mercado”, para que la Unión Europea pueda llegar a ser “una comunidad de solidaridad y responsabilidad viable”.
Gratuidad: Tras apelar a las bases culturales de la economía social de mercado, la declaración subraya la importancia de la gratuidad en la economía social de mercado: “las instituciones correspondientes a esta forma libre de solidaridad -sociedades mutuas, cooperativas y organismos municipales- y otras formas de economía social y de inversión ética, requieren una atención especial con vistas a la elaboración de una economía social de mercado europeo”.
Competitividad y responsabilidad: El mercado no es antisocial por principio. Bien ordenado, puede ser en un espacio de encuentros que permiten establecer relaciones. La declaración recuerda el papel positivo de la competencia en una economía social de mercado: “Los monopolios, cárteles, acuerdos sobre los precios y la distorsión de la competencia por abuso del poder económico o de las ayudas públicas deben ser activamente combatidos e impedidos por el legislador y el ejecutivo de la Unión Europea”.
Los obispos condenan una economía volcada únicamente en el beneficio y que “amenaza con eclipsar las dimensiones social y ecológica de la calidad de vida, que a menudo no pueden ser directamente expresadas en término monetarios, y transferir los costes de la actividad económica a otras personas, en especial las generaciones futuras”. Asimismo, recuerdan que “la autoridad pública tiene el deber de garantizar el suministro de los bienes esenciales y de los servicios de interés general” y llaman a la Unión Europea a adoptar “una reglamentación adecuada en el Mercado Común europeo de los servicios de interés general, y de los servicios sociales en particular”.
A fin de cuentas, “son los consumidores quienes, por sus hábitos de consumo determinan en gran parte la vida económica en Europa y en el mundo. Toda decisión económica tiene una consecuencia moral”. Por ello, los obispos llaman a “un esfuerzo cultural con determinado para permitir a los ciudadanos un consumo responsable. La Iglesia está dispuesta a hacer, en este aspecto, su aportación”.
Política social: Se llama a repensar el reparto de competencias entre la Unión y sus estados miembros en materia de política social. “En la economía social de mercado europea, el mercado debe completarse con prestaciones sociales de manera que se pueda garantizar a todos los ciudadanos y ciudadanas una vida en el respeto de su dignidad humana. Esta preocupación no puede ser sólo de los estados sino que debe ser también preocupación de la Unión”.
Los obispos invitan a “las instituciones de la Unión a crear las condiciones para que en este tiempo de crisis y de adaptación a veces muy difícil, el diálogo social” y recuerdan que la reciente adopción del Pacto del Euro debería permitir “una convergencia de las políticas fiscales y sociales hacia una mayor equidad”.
Por un desarrollo sostenible: La declaración apela con firmeza al respeto del principio económico y ético de desarrollo sostenible. “Al final, ni la competitividad económica, ni la justicia social, pueden alcanzarse sin una integración sistemática de factores ecológicos”. Se llama a un compromiso y una garantía institucionales específicos tanto a nivel europeo como mundial para la protección del medio ambiente.
Conclusión: Los obispos de la llaman a la UE a comprometerse en el desarrollo de una “auténtica autoridad política mundial” que, más allá de la ingeniosidad económica, deberá tomar en consideración la justicia y la responsabilidad ecológica.
La Declaración concluye que “hay que europeizar la economía social de mercado para hacer frente a la competencia mundial, para seguir ofreciendo una protección social eficaz a los más débiles y para llegar a ser una economía sostenible respecto a las exigencias medioambientales y climáticas. Necesitamos una comunidad de solidaridad y de responsabilidad para dar vida a la economía social de mercado en la Unión europea. Solidarios y responsables, de esta manera, nosotros los europeos, podremos controlar la grave crisis actual y seguir juntos nuestro camino para dar finalmente un signo eficaz de justicia y de paz a todos los hombres en el mundo entero”.
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