12 de febrero de 2012 - VI Domingo Tiempo
Ordinario
- Lv 13, 1-2. 44-46. El leproso tendrá su
morada fuera del campamento.
- Sal 31. Tú eres mi refugio, me rodeas de
cantos de liberación.
- 1Co 10, 31-11, 1. Seguid mi ejemplo,
como yo sigo el de Cristo.
- Mc 1, 40-45. La lepra se le quitó, y
quedó limpio.
La
oración, que en el domingo anterior culminaba la jornada de Jesús en Cafarnaún,
le relanza de nuevo a la misión, que ahora se extiende a toda Galilea. «Se fue
a predicar en sus sinagogas por toda Galilea...»; pero la acción de Jesús
pretende romper otra clase de fronteras: aquellas que dividen a los hombres.
Esta sería la razón que mueve al evangelista a introducir aquí el relato de la
curación de un leproso. Y nos muestra cómo Jesús supera todos los tabúes
respecto a esta enfermedad y la convierte en ocasión para una manifestación de
la misericordia y el amor de Dios.
«Un
leproso se le acercó a Jesús»: esta enfermedad se consideraba un castigo de
Dios, vivían como indigentes y estaban excluidos de la sociedad. Vivían
“sin salud, sin Dios, sin nadie”. El leproso «se le acercó» y con humildad «se
puso de rodillas, le suplicó “si quieres, puedes limpiarme”»- todas las heridas
morales, sicológicas pueden ser sanadas por el amor del Padre que se manifiesta
en Jesús, si con humidad, pedimos perdón. «Jesús compadecido», haciendo suyo el
sufrimiento y la exclusión del leproso; «le tocó», como muestra de solidaridad
con el leproso y rechazo de todos los prejuicios; y después de realizar el
gesto resuena su palabra liberadora: «quiero, queda limpio», comienza a vivir
de una manera auténticamente humana, y «enviándole al sacerdote», se vuelve
apto para reintegrarse a la sociedad, y de nuevo puede alabar a Dios.