La crisis humanitaria en el Cuerno de África continúa
agravándose, y aunque la ayuda de emergencia sigue llegando, crece el número de
familias sin medios para subsistir.
En Somalia, la población sigue huyendo de sus hogares hacia
los campamentos de refugiados fuera y dentro del país. Para hacer el viaje las
poblaciones afectadas por la sequía se ven forzadas a abandonar durante el
camino a los niños, ancianos y enfermos más débiles. Algunas madres se ven
obligadas a elegir desgarradoramente entre sus hijos a lo largo del viaje con
el fin de asegurar la supervivencia de los más fuertes.
La vecina Etiopía, vive una situación similar. Sus
80.000.000 de habitantes dependen de la agricultura de subsistencia y la
producción agrícola y ganadera es escasa. Muy pocas familias cuentan con
cultivos de regadío, por lo que la mayoría depende de las escasas lluvias
estacionales. La dramática sequía ha hecho que la población -sin reservas de
alimentos y sin dinero- se vea abocada al hambre. El gobierno, consciente de la
situación, no es capaz de solucionar el grave problema.
La
Iglesia Católica -de siempre comprometida con la zona- ha
puesto en marcha programas de ayudar a quienes más lo necesitan en esta
emergencia que parece inacabable. Asimismo, sigue denunciando la situación en
los foros internacionales.
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