23 de octubre de 2011 - XXX Domingo de T.
Ordinario
- Éx 22, 20-26. Si explotáis a viudas y
huérfanos, se encenderá mi ira contra vosotros.
- Sal 17. Yo te amo, Señor; tú eres mi
fortaleza.
- 1Ts 1, 5c-10. Abandonasteis los ídolos
para servir a Dios y vivir aguardando la vuelta de su Hijo.
- Mt 22, 34-40. Amarás al Señor, tu Dios,
y a tu prójimo como a ti mismo.
De
nuevo los fariseos entran a la carga después del fracaso de los saduceos -que
no creían en la resurrección- «los fariseos al oír que había hecho callar a los
saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a
prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?”» Mientras en el
texto paralelo de Marcos el que pregunta a Jesús es un hombre que busca la
verdad, en Mateo lo hace para tentarle; Jesús no sabe interpretar la ley de
Moisés y por tanto no merece crédito.
Y
ciertamente la pregunta es complicada; era una cuestión discutida entre las
escuelas rabínicas. El estudio de la ley de Moisés había llevado a los maestros
a deducir de ella hasta 248 preceptos. Por tanto era urgente reducir tal multitud
de preceptos a uno principal. Así el rabino Hillel (año 20 adC) había propuesto
una famosa sentencia: “no hagas a otro lo que no quieras para ti; eso es la Ley. Lo demás es
simplemente explicación”. La respuesta de Jesús «amarás al señor tu Dios con
todo el corazón, con toda el alma, con todo tu ser. Este es el mandamiento
principal y primero. El segundo es semejante a este: amarás al prójimo como a
ti mismo» supera el estrecho horizonte del planteamiento que le hacen, y se
sitúa al nivel de las opciones profundas. Lo importante no es saber cuál es el
mandamiento más importante, sino buscar el origen de todos ellos. Jesús propone
dos claves: amar a Dios y amar al prójimo, «estos dos mandamientos contienen la
Ley entera y los profetas». La originalidad de la respuesta de Jesús es poner a
un mismo nivel ambos mandamientos y declararles inseparables y fundamento de
todos los demás. No resulta posible y creíble el amor a Dios sin amar al
prójimo.
El amor a Dios y al prójimo ha de sostener
lo que somos, decimos y hacemos. ¿Amo al prójimo como Dios me ama y como Dios
le ama?
José González Rabanal
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