Entenderse en política debe ser muy difícil, a juzgar por los resultados que estamos teniendo en España. Y sin embargo, es imprescindible llegar a acuerdos para poder gobernar. Para todo es necesario entenderse: para formar una familia, para vivir en un barrio y hasta para “estar en la Iglesia”. Como miembros activos, claro, no como troncos o leños con ojos.
Intentar entenderse con los que sienten y piensan de otra manera, debería ser lo primero que aprendiera un político que aspirara a gobernar una nación. Y desde luego debería ser obvio, si el político se confiesa cristiano. Todo y siempre, en aras de la prosperidad y del bien común. Elemental, ¿verdad?
En los países democráticos, gobernantes y personas sensatas se sientan a dialogar para entenderse, y no le dicen “no” a todo. Me parece ésta la regla de oro de cualquier político con pretensiones. Y desde luego, todos los que tienen el deber (honroso deber) de gobernar deberían aparcar diferencias ideológicas y ser prácticos a la hora de pactar para mejor servir al pueblo. Luego, está el debate de las ideas. Y hasta de las ideologías que son las que más dividen. Pero lo primero es lo primero: buscar el bien del pueblo. Pues bien, hoy por hoy, esto no lo estamos viendo en España. Es una pena.
La doctrina social de la Iglesia siempre aboga por el bien común. Ceder para salvar lo que más importa a todos. Y hacerlo con alteza de miras, con generosidad y sin regatear sacrificios. La doctrina social de la Iglesia sigue siendo la “gran desconocida” hasta para los propios hombres y mujeres de Iglesia.
Permitiendo que los partidos democráticos se fracturen (este es el riesgo ahora mismo de un viejo partido aquí, en España), ¿qué puede arreglar y a dónde nos conduce? Es verdad que en ocasiones hay que meter el bisturí, que siempre duele, para sanar y salvar todo el cuerpo. Pero también hay que saber ser humildes, retirarse a tiempo, dejar el sitio a otros. Irse uno a casa con dignidad, cuando toca, puede ser una hermosa lección.
Miren, los que no sabemos de estrategias políticas, pero desde los años vividos, hemos visto pasar mucha agua debajo de los puentes (y además sabemos sumar), no nos es difícil entender lo siguiente. A estas alturas, podríamos tener ya un gobierno sumando los votos de los moderados, anden por la formación política que anden: sean moderados a babor, a estribor o anden más centrados. Moderados que votan al PP o a Ciudadanos, moderados del PSOE (que son muchos) y otro montón más que, es seguro, se encuentran en el pueblo español: o sea, los que están por la concordia. ¿No se iba a poder formar una mayoría entre todas las personas sensatas, no aventureras ni con sospechas de corrupción que andan metidas en la política?
Aplicando el sentido común, ¿no estamos necesitando ya como el comer un Estado bien cohesionado y solidario entre todas las comunidades que lo integran? ¿Queremos salvar los servicios públicos, la economía de mercado (con las limitaciones que hagan falta), los acuerdos y compromisos internacionales...? ¿Queremos que no nos falle la seguridad social y que todos los españolitos (también los emigrantes) tengan un empleo digno? Sin duda, ¡pues pónganse de acuerdo enseguida! No lo dejen para mañana. Los votantes es lo que les estamos pidiendo...
Algunos partidos parece que están contra lo que quiere la mayoría de los españoles. La mayoría de los españoles no quieren más guerras civiles (dejen descansar ya la desdichada y cruel guerra del 36). No hurguen más en heridas que deberían haber cicatrizado después de ¡ochenta años! No remuevan más las bajas pasiones. No nos condenen otra vez a la lucha fratricida, como la de ese cuadro negro de la pelea a garrotazos entre los dos hermanos que pintó don Francisco de Goya.
Las diferencias entre unos y otros no son nunca insalvables. Siéntense a hablar y busquen acuerdos de mínimos y, si pueden, hasta de máximos.
Por el amor de Dios, no nos peleemos más. ¡Hagamos de la política el arte de entendernos!
Eduardo de la Hera
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