Cristo Crucificado (Cof. Cristo del Amparo). Escultura tardo gótica, siglo XVI, escuela alemana. Iglesia de San Miguel (Saldaña). |
Hacia el 320, Santa Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz en la que murió Nuestro Señor Jesucristo. En ese lugar de Jerusalén, la Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir, la Basílica del Santo Sepulcro, para guardar la reliquia. En el 614, el rey persa Cosroes II invadió Jerusalén, se llevó la cruz y la puso a los pies de su trono, como signo de desprecio hacia los cristianos. En el 628, Heraclio -emperador de Constantinopla- derrotó al rey de Persia y llevó la cruz de nuevo a Jerusalén el día 14 de septiembre de ese mismo año. Este día fue declarado como fiesta de la “Exaltación de la Santa Cruz” por el Papa San Adeodato I.
Para evitar robos, la Santa Cruz se partió en varios pedazos. Uno fue a Roma, otro a Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de plata en Jerusalén, y muchas pequeñas astillas fueron repartidas por iglesias del mundo entero. Este es el origen de la devoción a la Santa Vera cruz y el de las cofradías de su mismo nombre que se multiplicaron con rapidez por Europa durante la Edad Media. Fueron potenciadas sobre todo por San Francisco y sus hijos los franciscanos, al igual que la devoción a las “cinco llagas”.
Tienen sus templos dedicados a la Cruz las parroquias de Grijota, Santa Cruz de Boedo, Villaescusa de Ecla, Pomar de Valdivia, y el monasterio premonstratense de la Santa Cruz de Ribas, entre otras. Pomar de Valdivia y Astudillo celebran sus fiestas patronales y son muchos los pueblos que lo celebran con denominaciones locales, como el Santo Cristo de la Misericordia de Saldaña. Asimismo, muchos pueblos siguen celebrando la del 3 de mayo, con el nombre popular de la “Cruz de mayo”.
Los cristianos, como nos dijo San Pablo debemos de gloriarnos en la cruz de Cristo, en quien está nuestra salvación, vida y resurrección: “por Él hemos sido salvados y libertados”.
Texto: José Luis Calvo
Fotografía: Antonio Rubio
Oración
Señor, Dios nuestro, has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por nuestro Señor.
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