16 de septiembre de 2012 - XXIV Domingo del T.O.
- Is 50, 5-9a. Ofrecí la espalda a los que me apaleaban.
- Sal 114. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
- Sant 2, 14-18. La fe, si no tiene obras, está muerta.
- Mc 8, 27-35. Tú eres el Mesías... El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.
En nuestro recorrido al interior del evangelio de Marcos, en este ciclo B, llegamos al centro del evangelio: el camino de Jesús y sus discípulos hacia Jerusalén, un camino en el cual Jesús se dedica a la formación de sus discípulos (Marcos 8.27-10,52). Tan importante es esta sección del Evangelio que le dedicamos siete domingos. El evangelio de hoy cierra la anterior y abre esta nueva etapa.
Jesús pregunta a cerca de su identidad. El primer versículo del evangelio de Marcos le presenta como el Cristo, el Hijo de Dios (1,1). Y de ahí en adelante el tema siempre aparece. Pero ocurre, por primera y única vez, que Jesús pregunte directamente a los discípulos: y vosotros, ¿quién decís que soy Yo”.
Aunque la respuesta es exacta no refleja de manera exhaustiva el misterio de la persona de Jesús. Su identidad va unida a su destino: “el Hijo del Hombre debía padecer mucho...” y comienza a enseñarles la verdadera naturaleza de su mesianismo sustituyendo el título de Mesías, por otro más arcaico y menos triunfalista, Hijo del Hombre. Y como a tal le está reservado el triunfo y la gloria, pero no sin haber pasado por la acusación, el escarnio e incluso la muerte. Pedro, antes tan claro, ahora no entiende.
Pero el camino doloroso del Mesías es también el camino del discípulo. Y señala las grandes exigencias que comporta este camino: “que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”
“Cuanto más los discípulos tomamos conciencia de quién el es el Maestro, tanto más fuerte se hará la necesidad del seguimiento”. Ya la hicimos en otro momento, pero repitamos: ¿quién es Jesús para mí?
José González Rabanal
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