9 de septiembre de 2012 - XXIII Domingo del T.O.
- Is 35, 4-7a. Los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará.
- Sal 145. Alaba, alma mía, al Señor.
- Sant 2, 1-5. ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres para hacerlos herederos del reino?
- Mc 7, 31-37. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Dios cura y salva.
La crisis de Galilea narrada por Juan en el capítulo sexto; las discusiones legalistas -domingo anterior- hacen que Jesús sienta la necesidad urgente de cambiar de aires, y escuchar una palabra nueva en tierra de paganos. El milagro de la curación del sordomudo -propio de Marcos- recalca la invitación a los paganos, que los sinópticos hacen con la curación de la mujer sirofenicia, a la participación del banquete del Reino, que Jesús ofrece.
Cuando Marcos escribe su evangelio esto ya es un hecho en la comunidad cristiana: los destinatarios a quienes el evangelista se siente obligado a explicar expresiones judías -en el evangelio de hoy “effeta”, “ábrete”- son cristianos provenientes del paganismo. Y desde los comienzos de la predicación apostólica, la comunidad cristiana entendió que esta palabra “Effetá” -ábrete” se refería no solo a la sordera física, sino también a laespiritual. Y entró a formar parte del rito del bautismo- como recordáis, y sigue aunque no se use-; el ministro después de derramar el agua sobre la cabeza del niño, le toca los oídos y los labios diciendo ¡Effetá!, que es una invitación para abrirse a la Palabra, a la oración, a la gracia.
“Sordo es el que no oye la Palabra de Dios; mudo el que no divulga la fe”. Hoy tenemos demasiadas preguntas: si padre, catequista profesor ¿Cómo educo a los niños en la fe?; y yo ¿qué tiempo dedico a la escucha de la Palabra? ¿me atrevo a divulgarla?
José González Rabanal
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