23 de septiembre de 2012 - XXV Domingo del T.O.
- Sab 2, 12. 17-20. Lo condenaremos a muerte ignominiosa.
- Sal 53. El Señor sostiene mi vida.
- Sant 3, 16-4, 3. Los que procuran la paz están sembrando paz, y su fruto es la justicia.
- Mc 9, 30-37. El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.
Jesús, sigue instruyendo a sus discípulos sobre el destino del Hijo del Hombre conforme al plan de Dios, repitiéndoles casi las mismas palabras: “El hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, le darán muerte...”. Los discípulos, todos ellos, no sólo Pedro, siguen sin embargo sin entender, “pero les daba miedo preguntarle”, ni siquiera contradicen ya a Jesús, ni preguntan, quizá porque han entendido demasiado bien las condiciones del seguimiento: “entre ellos hablaban sobre quién era el más importante”.
La premura del paso por Galilea no impide a Jesús una breve estancia en su “casa” de Cafarnaún para impartir al grupo de los “Doce” -y en ellos a toda la comunidad cristiana, es decir a todos y cada uno de nosotros-, con paz, “se sentó”, una enseñanza muy enraizada en su comportamiento y asentada desde siempre en su corazón: “quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos”. A los ojos de Dios el primero es quien más y mejor sirve. Y no es una actitud a tiempos o necesidades, sino una forma de ser y de hacer del cristiano dentro de la comunidad. Tan importante es lo que dice que repetirá el pensamiento más adelante.
“A los ojos de Dios el primero es el que mejor sirve. No es una actitud a tiempos o necesidades, sino una forma de ser y obrar”. Con humildad y sinceridad, ¿de qué hablamos y a quién servimos?
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