lunes, 22 de enero de 2018

Para el año que comienza

Que crezca nuestra FE

Una fe que sea encuentro con Dios. Que es respuesta libre a ese encuentro. Que es entrega a Dios. Una fe que sea sencilla, no de elucubraciones y discursos. Una fe que sea vital, y cambie nuestra vida, que se demuestre en nuestra vida. Una fe que nos lleve al compromiso. Al compromiso diario.
 
Que crezca nuestra ESPERANZA

Para no caer en el desaliento ante el mal, los problemas y las dificultades de la vida. Para no bajar los brazos y pensar que no hay nada que hacer, que todo es inútil. Una esperanza que no sea ingenuidad o idealismo. Una esperanza que no espere del cielo... sin poner por nuestra parte los medios necesarios.
 
Que crezca nuestra CARIDAD
 
Para amar más a Dios y a nuestros hermanos en Dios. Para que nuestro amor sea como el de Dios, sólido y firme, como la roca de la que nos habla el Evangelio. Para que sea siempre nuevo, fresco y bello. Para que sea, como el amor de Dios, perpetuo, que no se acabe, no se canse, no tenga límites.
Un amor que sea sincero y puro... no un amor de apariencias. Un amor al servicio del necesitado, que socorra al que lo  necesite, consuele al triste, que ofrezca y acepte el perdón. Un amor que sea universalidad... para amar a todos, sin distinciones. Y un amor delicado y sensible... pendiente de las pequeñas cosas.

Y que todo esto lo vayamos sintiento crecer con alegría. Con la ALEGRÍA DEL EVANGELIO.

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