viernes, 17 de abril de 2015

La corrupción

Andalucía, bella tierra, sol y sal marina. Revoleo del baile flamenco. Palmas, “grasia” y ¡olé! Territorio de María Santísima. Donde las mujeres se llaman Rocío, Macarena, Reyes. Donde abundan Cristos ensangrentados (nazarenos, Gran Poder, Cristo de los Gitanos). ¿Y qué más?

Tierra de mucha gente, buena gente, gente alegre. Inteligencia, chispa y corazón. Tierra de los Machado, García Lorca, los Álvarez Quintero...

¿Por qué, entonces, la corrupción se ha cebado en Andalucía? Se lo pregunto a un cofrade sevillano. Me contesta: “Oiga, que no todos somos corruptos”.

Convencido de que no todos son corruptos y de que el bien no hace ruido, le pido que me aclare algo. Me dice: “Es que nos han dicho que tenemos que aprovechar subvenciones, sea como sea, y todo lo que nos den”.

“La cosa parece que viene de muy atrás, ¿no?”. Mi amigo me recuerda: “Sí, la cosa empezó en Marbella. Dicen que allí se desmontó el Estado de Derecho y que, cuando quiso actuar la justicia, ya era tarde”. La delincuencia organizada se había aliado con el negocio de la construcción.

¿Recuerdan aquel macroproceso? Trece meses se necesitaron para redactar una sentencia que -según nos dijeron- tenía tres mil folios. Noventa y cinco procesados, entre los que había trece concejales. Al final, fueron condenados cincuenta y dos. La corrupción municipal andaluza alcanzó al 20% de sus municipios. El liderato lo ostentaba Murcia, con el 58,8%.

Ahora parece que se investigan en Sevilla dieciséis casos en los que andan implicados trabajadores, alcaldes, empresarios, aseguradoras y... sindicatos. Los alumnos universitarios tienen ya una asignatura optativa que se llama así: “Delitos socioeconómicos y contra la Administración Pública”.
Mi amigo cofrade me sigue refrescando la memoria: “Luego vinieron operaciones que se hicieron famosas: Ballena Blanca, Malaya e Hidalgo. Sirvieron de pistoletazo de salida para decenas de intervenciones policiales en ayuntamientos de toda España”.

Yo le digo: “Es evidente que los de arriba deben de dar ejemplo; pero tengo una duda. ¿No te parece que algo falla en la honradez de la ciudadanía y en la moral de la cristianía para que se amontone tanta basura? El control de la corrupción nos pertenece a todos, y todos deberíamos aportar honradez, empezando por vigilarnos nosotros y ser fieles en lo pequeño -que decía Jesucristo. No deberíamos aceptar ni el más pequeño donativo de procedencia dudosa”.

Me dice el cofrade andaluz: “¿Has oído hablar del juzgado número seis de Sevilla? Allí ejerce una jueza llamada Mercedes Alaya. La pobre no tiene tiempo para nada. Disimula las ojeras como puede. Anda desbordada. Figúrate, el número de imputados sólo en el caso de los ERE es de 264; se investigan 27 altos cargos, entre ellos 7 exconsejeros de la Junta y dos expresidentes”.

Insisto con las preguntas: “¿O sea, que la corrupción se ha desmadrado?”. “Así es” -suspira, resignado, el cofrade andaluz.

¿Quién nos convencerá ahora de que lo de robar sigue siendo pecado, lo haga quien lo haga y bajo las siglas que se haga?

Hay en toda España (y no sólo ya en Andalucía) un estruendo que evoca al Juicio final. Ya se oye el ruido de las trompetas. De Norte a Sur. Una de dos: O es el ángel del Apocalipsis o el ruido que hacen las urnas de las elecciones.

Eduardo de la Hera

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