jueves, 30 de mayo de 2013

San Fernando. Rey y Confesor

Escultura de bulto redondo, madera policromada. Autor: F. Rodríguez (finales s. XVII).
Retablo Mayor de Santa Eugenia (Becerril de Campos)
Fernando III, hijo de Don Alfonso IX de León y de Doña Berenguela, nació hacia el 1198. Ocupó el trono de Castilla y León desde el que luchó contra el poderío musulmán, que durante más de cinco siglos había ocupado la península. A ello se dedicó en cuerpo y alma, a ensanchando las fronteras de la cristiandad arrebatándoselas a los enemigos en las principales ciudades andaluzas.

A la bravura de cruzado añadió la habilidad como gobernante, la solicitud de padre de su pueblo y la conducta intachable de santo. Favoreció las letras y las artes y le debemos las catedrales de Burgos y Toledo, entre otras muchas. Protegió a las comunidades religiosas y se esforzó porque los soldados de su ejército recibieran educación en la fe. En sus cartas se declaraba: “Caballero de Jesucristo, Siervo de la Virgen Santísima, y Alférez del Apóstol Santiago”. Propagaba por todas partes la devoción a la Santísima Virgen y en las batallas llevaba siempre junto a él una imagen de Nuestra Señora. Murió el 30 de mayo de 1252 cuando proyectaba la expedición a África. Fue canónizado en 1671 por el Papa Clemente X. De este modo la monarquía española se ponía bajo la protección de San Fernando.

Es titular de una de las capillas de la Catedral, que hasta su canonización estaba dedicada a Santa Catalina. En ella hay una magnífica escultura de Fernández de Rozas. No existe ninguna parroquia dedicada a Fernando III el Santo, pero su efigie está presente en varios retablos, como en Becerril y la colegiata de Aguilar de Campoo, entre otras. En la capilla del palacio episcopal donde se puede admirar una pintura del santo firmada por Mariano Lantada en 1910.

Oración
Concédenos, Señor, la gracia de imitar las virtudes de San Fernando, quien supo combinar las dotes de gobernante amante de su pueblo con la defensa de la fe y el amor a María Santísima, y que por su intersección alcancemos la vida eterna. Amén

Texto: José Luis Calvo
Fotografía: Antonio Rubio

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