martes, 7 de mayo de 2013

Diez razones para Creer

1. ¿Hemos de creer porque sí, sin ninguna razón o explicación? No, yo al menos creo porque pienso que Dios ha creído en mí antes. Dios nos llama por el nombre y nos busca primero. Sin la mano tendida de Dios, la fe sería imposible. Por eso la fe es don y tarea. El don es suyo; la respuesta, nuestra. De cada uno.

2. ¿Hemos de creer porque en este mundo haya muchos o pocos que dicen creer? Uno se alegra de que sean muchos. Pero la fe es algo personal, de cada uno. Mi fe es mía. Y haya pocos o muchos creyentes allí donde vivo, de mi fe respondo yo. Los creyentes sabemos que Dios nos tiene cogidos interiormente. Y sin Dios nos parece que el mundo tiene menos sentido. Pero del abrazo que Dios nos da a cada uno, sin merecerlo, responde cada cual. Suyo es el don; nuestro, el pecado. Pero el pecado no debe asustarnos. Quedó herido en el Calvario y vencido en la mañana de Pascua.

3. ¿Hemos de creer porque todo lo de Dios se vea claro? No, yo al menos creo porque todo lo de Dios me fascina y me desborda, me quema (como a los profetas) y no me deja tranquilo. Y si lo viera todo claro, la fe ya no sería fe. Dios dejaría de ser el que es (misterio absoluto y desbordante), y yo habría abandonado mi condición de criatura. Lo cual es imposible. Dudas y oscuridades, certezas y luces, son patrimonio de la humanidad. También, patrimonio de los creyentes.


4. ¿Creo porque soy perfecto? ¿Creo, porque desconozco el pecado y soy justo? No, creo porque estoy dispuesto a acoger el perdón que Dios me ofrece cada día. Sin su perdón por Él regalado (y a otros otorgado y de ellos recibido) todo sería peor, más frío e inhóspito. La vida no sería vida; sería un pantano oscuro.

5. ¿Creo porque he llegado a la meta? No, creo porque estoy en camino. Cuando llegue a la meta, ya no necesitaré de la fe, sólo tendré ojos para contemplar y admirar al Dios en quien he creído. Pero con la fe también se ve: con los ojos del corazón y con la mirada de la razón, Dios se deja buscar.

6. ¿Creo porque me sé de memoria todo el catecismo? No, creo porque me convence vivir lo que el catecismo recoge, formula y propone. Estas verdades son un hermoso legado de la gran Tradición de nuestra familia, la Iglesia. Son herencia recibida, que debemos custodiar. Pero ninguna herencia debe congelarse o convertirse en fósil.

7. ¿Creo porque es cómodo refugiarse en Dios, cuando ruge la tormenta? No, creo porque es arriesgado y bello responder a la llamada de Dios. También ahora, “con la que está cayendo”. La fe, cuando no arriesga y se moja, se adormece. A la fe le va bien el aire de la calle, aunque a veces uno se acatarre. La fe no es flor de sacristía.

8. ¿Hemos de creer, porque así podemos dormir mejor, más seguros, bajo el viejo y gigantesco árbol de nuestra Iglesia? No, creemos porque al lado de otros hacemos familia. Es hermoso caminar con otros, teniendo la fe como faro, norte y guía.

9. ¿Creo porque voy a alcanzar aquí, en esta tierra, mis ideales? ¿Creo, acaso, porque voy a tocar las estrellas de todas las utopías existentes? No, no soy tan ingenuo; creo porque, aunque las estrellas no se alcancen, en el mar se hace camino gracias a ellas.

10. ¿Creo porque merece la pena hacerlo, y es digno, honesto y necesario creer? Sí, y también porque creer en Dios empuja y anima a luchar por la dignidad de sus hijos. La fe nos lleva a amar a otros como Dios nos ama. Y a luchar por aquellos que Dios quiere: o sea, los pobres a quienes Jesús prefiere.

Creo, espero y amo. ¿Con alegría? ¿Por qué no? Dios tiene buen humor. Y gasta mucha paciencia con sus hijos.

Eduardo de la Hera

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