jueves, 5 de enero de 2012

¡Ya vienen los reyes!

Fue el salmo 72 el que nos dio la pista: “Que los reyes de Tarsis y de los pueblos lejanos le traigan presentes; que los monarcas de Arabia y de Sabá le hagan regalos; que se postren ante él todos los reyes, y los sirvan todas las naciones”.

Pero en realidad no eran reyes, si lo fueran Mateo no habría omitido un dato tan importante. Herodes no les trata como tales, y el mosaico de la Basílica de Belén del siglo VIII les viste de sabios persas, aunque la riqueza de su indumentaria hizo pensar a la gente que fuesen reyes. Eran sabios, más esclarecidos por su ciencia que por su autoridad.

¿Y por qué magos? El término magu (partícipe del don divino) es persa y designa a los sacerdotes del antiguo imperio medo. La astrología era una especialidad de esta casta sacerdotal, ya que según el curso de los astros debían ordenar el calendario religioso y las fiestas y sacrificios, pues su religión tenía un carácter astral.

¿Pero cuántos eran? El texto bíblico no indica cuántos eran. Según las distintas tradiciones van desde dos (siglo III) a doce, en la iglesia siria y armenia. El primero que señaló tres fue Orígenes. La leyenda les hace representantes de las tres grandes razas humanas Sem, Cam y Jafet: Melchor, de cabello blanco y larga barba, representa a Jafet (Europa), y ofreció oro. Gaspar, joven, sin barba y rubio, representa a los semitas (Asia) y ofreció incienso. Baltasar, negro y con amplia barba, representa a los camitas (África) y ofreció mirra. Según San Ireneo: “Ofrecen la mirra a aquel que debe morir; el oro a aquel cuyo reino no tiene fin; el incienso al Dios de los judíos que se manifiesta ahora a los gentiles”.

Finalmente y lo más importante es que el Hijo de Dios se hizo hombre para todos los pueblos de la tierra. Estos hombres sabios nos ayudan a caminar en la noche al encuentro con el Salvador.

EZCA

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