- Zac 9, 9-10 Mira a tu rey que viene a ti pobre
- Sal 144 Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey
- Rom 8, 9. 11-13 Si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis
- Mt 11, 25-30 Soy manso y humilde de corazón
El Señor es clemente y misericordioso, es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas (Sal). Esa bondad de Dios se manifiesta plenamente en Jesucristo, en quien se cumplió la profecía de Zacarías: «el rey que viene, pobre y montado en un borrico» (1 Lect). Cuando estemos agobiados y cansados por las vicisitudes de la vida, acudamos a Él llenos de confianza respondiendo a la llamada que nos hace: «Venid a mí», y aprendamos de Él que es manso y humilde de corazón. Así, desde la sencillez, podremos acoger la revelación de las cosas de Dios (Ev). Una de ellas es saber que si con el Espíritu que habita en nosotros damos muerte a las obras del cuerpo, viviremos (2 Lect).
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