En su encíclica “Laudato Si” el Papa Francisco nos habla de una necesidad ecológica. Esto nos debe llevar a una transformación en nuestro estilo de vida y relaciones con el mundo. No es una mera opción sino una obligación moral que debe interpelar a cualquier cristiano. Es algo que pertenece a la esencia de la fe. Es optar por una vida con más sencillez y en armonía con la naturaleza. Hay un peruano indígena, viviendo en la selva de la Amazonía, Leonardo Tello, que dice que su pueblo es “gente del río” donde habitan los antepasados y los sabios. Pero todo ha cambiado en los últimos años. Un cambio rápido, profundo y violento que impide la continuación de la vida tradicional de los indígenas.
Dice Leonardo: «Los cambios que se han producido siempre han sido en perjuicio de nuestro bienestar, de nuestra cultura y de nuestros derechos fundamentales, como el derecho al río y a vivir dentro y fuera de él». Según este sabio «atentar contra el agua y el río no solo es terminar con los peces, no solo es morir de sed, sino sobre todo morir de pena, porque toda historia de un pueblo se va con ellos».
Es uno de tantos ejemplos de la estrecha relación entre la degradación ecológica que amenaza el presente y futuro de la vida en nuestro planeta, y la injusticia e iniquidad estructural que manda a grandes masas humanas a la severa pobreza y exclusión.
La Iglesia, con el Papa Francisco, profundiza sobre la interdependencia de todo lo creado, las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales... la humanidad, todo lo que vive y quiere vivir.
Las conclusiones importantes de una conferencia organizada hace poco más de un mes por Justicia y Paz de España con el título “Si cuidas el planeta, combates la pobreza”, pueden servirnos de reflexión:
1. Nuestro modelo de vida actual supone un gasto creciente de recursos naturales. Las formas industriales de producción junto con el consumo masivo suponen la degradación del planeta por la ruptura del ritmo de los ciclos de vida.
2. Ante el agotamiento de recursos no renovables es necesario comenzar periodos de transición hacia otros renovables.
3. La lógica del corto plazo (ganar dinero sin contar con -y muchas veces en contra- los ciclos vitales), la eficiencia, el máximo beneficio, propias del modelo económico en Occidente, producen, además de fuertes problemas medioambientales, desigualdad y exclusión de personas. Personas que no pueden entrar en el modelo o que son descartadas porque no van tan rápido. En el último medio siglo hemos conseguido tener a la naturaleza a nuestra merced... pero tratar mal a la naturaleza puede tener el efecto de un suicidio colectivo.
4. La degradación de los recursos naturales tienen efectos que vemos todos los días: el cambio climático que es un problema global y que además afecta a toda la humanidad, la transformación de paisajes, la deforestación, la pérdida de biodiversidad. Dice el Papa Francisco: «el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social» (LS 48).
¿Solo hay un modelo posible? ¿Se puede pensar de otra manera?
Por lo menos se puede intentar a diferenciar entre las cosas a las que se puede aspirar legítima y razonablemente que además no perjudican a las personas, ni a la Madre Tierra, ni a todos que ya viven en precariedad y pobreza como consecuencia del sistema económico dominante y excluyente.
Dice el Papa: «Se puede necesitar poco y vivir mucho. Sobre todo cuando se es capaz de desarrollar otros placeres y se encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música, en el arte, en el contacto con la naturaleza, en la oración. La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida» (LS 223).
Necesitamos generar una concepción del buen vivir, que nos capacite para liberarnos del consumismo (que es un tipo de totalitarismo, de esclavitud), para pararnos ante lo pequeño, disfrutar con las pequeñas cosas (parafraseando a Chesterton: “el pequeño en realidad es lo grande”), comprender que comprar es siempre también un acto moral y no se reduce a una acto meramente económico, abandonar el individualismo (que “es nefasto” según el beato Pablo VI) y descubrir la satisfacción de compartir bienes e incluso la vida. Estamos invitados a hacer una conversión personal, comunitaria y estructural. Una conversión a una ecología integral como solución y a la vez recupere la dignidad de las personas excluidas, combata la pobreza y cuide la naturaleza.
Pastoral Social
(Área Derechos Humanos)
(Área Derechos Humanos)
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