El viaje que fray Domingo y el Obispo de Osma iniciaron, en calidad de embajadores del Rey de Castilla, llegaba a su fin. Entre el 1205 y 1206, llegan a Dinamarca y son recibidos con todos los honores en la corte. La imagen, no distaba mucho de la acostumbrada en sus lugares de origen. Los obispos y los miembros del alto clero, ocupaban los primeros puestos en la comitiva de recepción. El lujo y el boato, propios de la recepción de los representantes oficiales de un rey en el siglo XIII, requerían de esta puesta en escena.
Había que impresionar al visitante. Domingo, y en cierta medida el obispo Diego, se habían desencantado de esta iglesia institucionalizada y cortesana, alejada de los problemas reales del rebaño de Cristo, que era devorado por los lobos de la herejía, sin que sus pastores, hicieran otra cosa que “cortejar” al lujo y al poder, con honrosas excepciones.
La experiencia vivida en el sur de Francia, y el contacto con aquel posadero cátaro, habían abierto los ojos a estos dos hombres de Dios. Era preciso terminar la tarea encomendada y dedicarse por completo, a aquello que les pedía el corazón. Anunciar una Buena Noticia, que diera esperanza a esas gentes que andaban como ovejas desatendidas por sus pastores.
Así, el matrimonio entre el infante Fernando y la princesa danesa se concertó “por palabras de presente” según la costumbre de la época. No era preciso regresar en persona a Castilla a confirmar la noticia ante el rey, por lo que, Domingo y Diego, se quedan ejerciendo su apostolado mientras se dirigen a Roma a ver al Papa Inocencio III, en una especie de visita ad limina improvisada. En esta visita Diego habrá presentado su dimisión como pastor de la iglesia de Osma y propone al pontífice dedicarse al apostolado entre los paganos: cumanos, cátaros, sarracenos... En definitiva, todos aquellos que estaban haciendo tambalear la barca de Pedro.
Domingo que ve la necesidad de socorrer aquellas almas, pide a su obispo, no volver a la seguridad del cabildo de Osma y acompañarlo en esta misión. El obispo Diego y el canónigo Domingo siente en su interior, que una nueva misión les espera. Sienten que un nuevo Señor, les encarga ser los nuevos embajadores de la Buena Noticia.
Domingo, no volverá a España, sin antes haber pasado un largo periodo de unos diez años, predicando incansablemente y habiendo puesto los cimientos de su obra, la Orden de Frailes Predicadores. Comenzaba así, una nueva etapa en la vida de nuestro santo. La nueva etapa que definirá su razón de existir. La Santa Predicación.
Fray Luis Miguel García Palacios, O.P.
Subprior del Convento de San Pablo
Subprior del Convento de San Pablo
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