El pasado 8 de marzo, celebramos el Día de la Mujer, y me dio por acordarme de estas cuatro. Asesinadas, el 4 de marzo, trabajando... Anselm, Reginette, Margarita y Judith. Misioneras de la Caridad asesinadas en Aden (Yemen). Porque hay sitios donde ser mujer -y cristiana- y trabajar con los que nadie quiere... es jugársela. Asesinadas junto a otras 12 personas que las ayudaban.
Dos de Ruanda, una de la India y una de Kenya... tres sitios donde ser mujer tampoco es fácil. Asesinadas mientras servían el desayuno a los ancianos y discapacitados que atendían en el albergue de Aden. Murieron con los delantales puestos.
Y no es la primera vez. En julio de 1998, hombres armados atacaron su centro para discapacitados en la ciudad de Al Hodeida, a orillas del mar Rojo, donde murieron dos Misioneras de la Caridad, una india y otra filipina.
Sus hermanas de Congregación dicen que «nunca dejarán sus responsabilidades debido a los riesgos». Y que «su trabajo es llegar a los más necesitados en el nombre de Dios. Los asesinatos de Yemen no tendrán impacto alguno en el itinerario de las hermanas».
Todos los días, antes de comenzar la jornada rezaban esto. Y aquel día también lo hicieron:
«Señor, enséñame a ser generoso. Enséñame a servirte como lo mereces; a dar y no calcular el costo, a luchar y no prestar atención a las heridas, a esforzarme y no buscar descanso, a trabajar y no pedir recompensa, excepto saber que hago tu voluntad».
Una regla de la Congregación es que las religiosas son enterradas en el último lugar donde estuvieron trabajando. Anselm, Margarita, Reginette y Judith permanecerán en el lugar de su martirio, en Aden. Esto es darse a una tierra más allá de lo que dura la vida.
Mi recuerdo, homenaje y oración por estas cuatro mujeres, por las otras 12 personas asesinadas... y por los miles que se dejan la vida por los demás. Y por las víctimas de la violencia fanática.
Domingo Pérez
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