La Pastoral Penitenciaria de la Región venimos trabajando durante estos dos últimos años en la problemática de la salud mental en las prisiones y cómo situarnos ante esta realidad. Son muchas las personas en prisión que sufren enfermedad mental. Hablamos del 25 %. Es decir, 1 de cada 4 presos tiene diagnosticado un trastorno psiquiátrico. España es el país europeo con mayor número de reclusos en sus cárceles. El 25% de ellos padece depresiones y problemas mentales producidos por el consumo de drogas. El 8% padece enfermedad mental severa. En los módulos de enfermería el riesgo de suicido es del 20%.
Esta realidad es expresión de un sistema económico, social y cultural (sistema capitalista) que genera exclusión social. Joaquín García Roca lo describe de este modo: «La máxima penalización de la pobreza por vía institucional se representa en la cárcel. Basta acercarse al patio de cualquier cárcel para comprobar cómo conviven el fracaso social, la marginación, la enfermedad mental, drogadictos, discapacitados y ancianos de más de 70 años de edad. En ellos se sobreponen a la pobreza, la delincuencia, las desigualdades sociales y las marginalidades. Muchos residentes debieran ser beneficiarios de los servicios asistenciales, sanitarios y sociales. Cuando la precariedad social, la discapacidad y la salud mental, incluso la tercera edad, no están suficientemente protegidas, la cárcel cumple funciones de suplencia de los servicios públicos. Este problema tenderá a agudizarse con los efectos de la actual crisis económica, que ha producido un paulatino incremento de la población penitenciaria con severas enfermedades mentales hasta el extremo que se está convirtiendo a los centros penitenciarios en sustitutivos de las gravísimas carencias en materia de salud mental y en albergues para los sin hogar». (Iglesia Viva, nº 249)
¿Qué hacer? Ante esta realidad caben varias respuestas desde pastoral penitenciaria. Una de ellas es la denuncia profética: dar a conocer, en la Iglesia y en la sociedad, esta realidad. «Los enfermos mentales son invisibles; y si son presos, más invisibles todavía».
Otra es la apuesta por las personas que están allí y por su recuperación con valores que hacen referencia a la importancia de la implicación de la persona, la colaboración con ella y el apoyo en la búsqueda de oportunidades para que crezca. Capellanes y voluntarios somos puntos de referencia para las personas y, los encuentros con ellas, basados en la empatía y en la aceptación incondicional, ayudan a su crecimiento y desarrollo.
Los miembros de pastoral penitenciaria buscamos dar valor a los grupos -religiosos o no- dentro de la prisión y a las raíces y vínculos -en ocasiones muy débiles- que el recluso tiene con su familia y con la comunidad. Siendo nuestro trabajo intramuros intentamos tener una mirada extramuros, una mirada que avance y facilite el camino de la reinserción.
Pastoral Penitenciaria de Palencia
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