Que nadie se lleve a engaño. Santa Teresa de Jesús no escribió ningún libro sobre la alegría cristiana. Pero sí vivió intensamente la alegría de la habla San Pablo en su carta a los Filipenses: “Hermanos, estad siempre alegres en el Señor”. Y así, escribe Santa Teresa: “Andad alegres, sirviendo en lo que les manden. Si estáis alegres, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. ¡Mas con qué claridad y con qué hermosura! ¡Con qué majestad, qué victorioso, qué alegre! Como quien tan bien salió de la batalla adonde hay ganado un tan gran reino, que todo le quiere para vos, y a vos con Él”. Esta es la alegría cristiana: la que brota de la resurrección, y crece con los bienes espirituales, que son las virtudes. Una alegría muy distinta de la que brota del dinero, de los éxitos y... ni siquiera de la misma salud corporal.
Santa Maravillas de Jesús, la Teresa de nuestro tiempo, también carmelita descalza y fundadora de muchos conventos, escribe: “No queremos más que servir al señor con alegría, donde quiera que Él nos lleve. En Él encontrarás todo lo que tu corazón puede desear; la felicidad verdadera, no esa ficción que el mundo ofrece”.
San Juan de la Cruz, extraordinario consejero de Santa Teresa, a quien tanto admiraba y de quien tantas alabanzas pronunció, escribe como santo, místico y doctor de la Iglesia: “Cuando se le ofreciere algún sinsabor y disgusto, acuérdese de Cristo crucificado, y calle”. Su lema: “padecer y ser despreciado por Vos”. ¡Increíble! Y sigue diciendo: “Viva en fe y esperanza, aunque sea a oscuras. Que en esas tinieblas ampara Dios al alma. Arroje el cuidado suyo en Dios, que Él le tiene y no la olvidará. No piense que la deja sola, que sería hacerle agravio. Lea, ore, alégrese en Dios, su bien y salud. El cual se lo dé y conserve todo hasta el día de la eternidad”.
Pues, como comenta Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las Misiones: “Yo soy esa hija objeto del amor previsor de un Padre que no ha enviado a su Hijo a rescatar a los justos, sino a los pecadores”.
Vivamos la alegría que brota del ejercicio de las virtudes: amor, servicio y humildad. Siempre alegres en el Señor, que murió en la cruz por nosotros.
Germán García Ferreras
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