Durante la semana pasada he tenido la alegría de acompañar a un grupo de peregrinos palentinos por Tierra Santa y una de las actividades más importantes que hemos tenido ha sido la entrevista mantenida con el Padre Artemio Vítores, franciscano de Cevico Navero, el cual nos ha informado detalladamente de la labor que los padres franciscanos vienen realizando ininterrumpidamente desde hace ocho siglos. Su presencia está motivada por el servicio a Dios, a la Iglesia y al prójimo. La custodia de los Santos Lugares, la acogida de peregrinos, la asistencia a los cristianos en Israel y Palestina y el dialogo con los miembros de otras religiones son los motivos por los que los frailes menores de San Francisco entregan su vida en manos del Señor.
La presencia de los franciscanos en Tierra Santa se remonta a los comienzos mismos de la Orden, fundada por San Francisco de Asís en el año 1209. Actualmente la Custodia de Tierra Santa trabaja en los siguientes países: Israel, Palestina, Jordania, Siria, Líbano, Egipto, y las Islas de Chipre y Rodas. Laboran en ella cerca de 300 religiosos provenientes de diversas naciones, a los que ayudan un centenar de religiosas de varias Congregaciones femeninas. Los franciscanos prestan su servicio religioso en los principales santuarios confiados a su custodia, entre los que se encuentran principalmente el Santo Sepulcro de Jerusalén, la Natividad de Belén y la Iglesia de la Anunciación de Nazaret.
La Tierra Santa, como dijo Pablo VI, es el «quinto Evangelio». Conocer estas tierras, su historia, su ambiente humano y geográfico, contribuye eficazmente a un mejor conocimiento del mensaje de la Sagrada Escritura. Por esto los franciscanos se empeñan en hacer crecer el amor al Evangelio a través de la difusión del mensaje cristiano en los Santos Lugares.
Los frailes menores de San Francisco son oficialmente los custodios de los Santos Lugares por voluntad y mandato de la Sede Apostólica, como recordó el Papa Pablo VI -primer Papa después de San Pedro, que vino como peregrino a Tierra Santa en el año 1964- y confirmado por Juan Pablo II durante su peregrinación a los Lugares Santos, con ocasión del Gran Jubileo del año 2000. Su entrega a la evangelización y la promoción de los valores del Evangelio, ha sido el factor determinante en la formación y desarrollo de aquella iglesia local, hasta hacer posible la restauración del Patriarcado latino en 1847.
En estas tierras de Oriente los católicos latinos han sido siempre una minoría. La mayor parte de los cristianos son de rito griego-ortodoxo. Igualmente en todos los países del Oriente Medio, en donde está presente la Custodia, las comunidades cristianas de distintas confesiones se encuentran en un estado de gran minoría respecto a los musulmanes y a los judíos.
Uno de los campos en los que siempre la Custodia ha puesto más empeño es la animación espiritual de los peregrinos que proceden de todo el mundo. Algunos religiosos están encargados de la acogida y del servicio como guías espirituales de los varios grupos. También la Custodia organiza por su parte peregrinaciones desde todos los países, asegurando, además de la organización técnica de los viajes, una adecuada y cualificada asistencia espiritual.
Los peregrinos que van a Tierra Santa encuentran a los franciscanos casi exclusivamente en los santuarios; por ello, no siempre se conoce su presencia en el campo de la pastoral y -quizás menos todavía- de su entrega a las clases sociales más pobres de las poblaciones cristiana y no cristiana. La Custodia ofrece en la actualidad 350 alojamientos sin alquiler alguno por parte de los beneficiados, o solamente por una cantidad simbólica, para asegurar la propiedad. La Custodia se encarga incluso de las reparaciones. Otras viviendas están arrendadas por los franciscanos y son ofrecidas gratuitamente a los necesitados. Igualmente la Custodia ayuda a los niños y jóvenes, sobre todo a aquellos que sufren problemas de aprendizaje causados por un ambiente familiar violento y con grandes problemas económicos a sus espaldas. También responde de manera inmediata ante las emergencias humanitarias que, por desgracia, están siempre presentes en esta parte del mundo, especialmente en los últimos años en Siria, Egipto y Gaza. A través del apoyo de los frailes que viven en las zonas afectadas, proporcionan una ayuda concreta en forma de medicinas, comida, ropa y aportaciones económicas a las poblaciones más necesitadas. Finalmente ayudan a las familias pobres a conservar sus casas dentro de las murallas de la Ciudad Santa y a vivir en condiciones dignas, contribuyendo a salvaguardar la presencia cristiana en Tierra Santa y especialmente en Jerusalén.
Los franciscanos de Tierra Santa son una presencia puente, un encuentro entre dos culturas, la oriental y la occidental. No hay lugar en el mundo como Jerusalén, donde todas las confesiones cristianas están presentes. Más allá de las dificultades de relación, Tierra Santa tiene una fascinación que es única en su género. Los franciscanos continúan en nuestros días una presencia histórica que a lo largo de los siglos ha aprendido a dialogar con los otros cristianos. A nivel interreligioso son una pequeña realidad respecto a las dos grandes presencias: la hebrea y la islámica, pero es gratificante ver como no formando parte de esas culturas asumen aspectos de sus tradiciones y logran comunicar algo de la suya.
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