«Hablar claro»: al introducir los trabajos del Sínodo de los obispos el Papa Francisco indicó explícitamente esta actitud como «condición general de base» para el desarrollo de la asamblea. El lunes 6 de octubre, en el aula nueva del Sínodo, al inicio de la primera congregación general, fue el Pontífice mismo quien invitó a los padres sinodales a «decir todo lo que se siente con parresía», utilizando el término griego que indica la extrema franqueza.
El obispo de Roma pidió, en efecto que en la asamblea general extraordinaria reunida en el Vaticano hasta el 19 de octubre sobre el tema «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización», se respire un clima «de colegialidad y sinodalidad por el bien de la Iglesia y de las familias». Tratando especialmente el aspecto de la sinodalidad, explicó que «se necesita decir todo lo que en el Señor se siente que hay que decir: sin respeto humano, sin timidez». Y puesto que la sinodalidad se ejerce con dos actitudes, tras sugerir las modalidades de la intervención el Papa Francisco exhortó a la escucha humilde y acogedora «con corazón abierto» de todo «lo que dicen los hermanos».
Anteriormente, el sábado por la tarde, el Pontífice había participado en la vigilia de oración en la plaza de San Pedro promovida por la Conferencia episcopal italiana. Ante los ochenta mil fieles que participaron dirigió a los padres sinodales la invitación a ponerse a la escucha «de los latidos de este tiempo» y a mantener la mirada fija en Cristo, para dar vida a un «encuentro sincero, abierto y fraternal» sobre la familia.
La mañana siguiente, en la basílica vaticana, el Pontífice celebró la misa de apertura del Sínodo. «Las asambleas sinodales -recordó- no sirven para discutir ideas bonitas y originales, o para ver quién es más inteligente», por el contrario «sirven para cultivar y custodiar mejor la viña del Señor, para cooperar en su sueño, en su proyecto de amor por su pueblo».
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