En honor al micro-cuento“Los nadies”, de Eduardo Galeano
Buscando en mi desván encontré este papel, una carta de alguien del futuro. Después de leerla me puse a temblar. Luego me tranquilicé: “sólo es... ciencia ficción”.
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Hace seis días desapareció España... bueno, no sólo España sino todo territorio recogido bajo ese concepto en desuso: estado. Sólo quedamos personas, y por encima de todo la “monedarquía”, el fin de la política... Las cosas se han precipitado en los últimos tres años, tanto que a veces me invade el vértigo. No es que no lo esperáramos, sólo que... ¿dónde nos llevará el futuro?
Hace seis días desapareció España... bueno, no sólo España sino todo territorio recogido bajo ese concepto en desuso: estado. Sólo quedamos personas, y por encima de todo la “monedarquía”, el fin de la política... Las cosas se han precipitado en los últimos tres años, tanto que a veces me invade el vértigo. No es que no lo esperáramos, sólo que... ¿dónde nos llevará el futuro?
Todo ha ocurrido muy deprisa... o quizá no tanto. Los últimos comicios fueron casi simbólicos, la participación se redujo al 6%. Recuerdo los comentarios de entonces: “¿quién espera que nada cambie?” Y con razón desechamos la última ilusión de conducir nuestro destino.
¿Que cómo empezó? Supongo que a toda época de vacas gordas le sigue otra de penuria. Lo cierto es que la fantástica bonanza con que comenzó este siglo se desvaneció en el derroche y el bolsillo de algunos. En medio de aquella fiesta, nadie nos avisó de que vivíamos de prestado (en realidad debimos verlo, aunque la corriente de entonces nos empujó a gastar lo que no teníamos, a adquirir cosas innecesarias con hipotecas imposibles). Cuando nos avisaron del fin del guateque, nos sobrevino un terrible síndrome de abstinencia. Comenzó a hablarse de ahorro, de recortes y ajustes, pasando a inundar nuestro lenguaje la palabra más repetida: sacrificio.
Los grandes acreedores apretaron a los pequeños, desaparecieron muchos bancos, pequeñas empresas... y los débiles entre los fuertes recurrieron a los estados, siendo que no hubo político con arrestos para negar dinero al juego de tragaperras. La especulación continuaba, y mientras el padre jugaba en los mercados, la madre consentía... y los hijos nos fuimos quedando sin dinero para hospitales, para escuelas, para premiar a nuestros mayores por una vida de trabajo. Nos decían que era necesario, y en cierto modo lo parecía.
Algunos estados se declararon insolventes, los expulsaron de la rueda. El miedo al ostracismo forzaba más sacrificios... y jamás remitía la deuda. Achicaron el espacio común en pro de salvaguardar nuestro futuro, esperando un golpe de suerte en la ruleta de los mercados. Nunca sucedió. Cuando al fin nos anunciaron que desmantelaban los cargos, las administraciones y los estados, mucha gente lo tomó como buena noticia: ¡por fin pagaban por sus excesos y errores! Pero quedamos desprotegidos.
Ahora gobiernan la antigua España diez empresas multinacionales. Están cambiando el nombre de las ciudades, patrocinándolas. Ya no hay políticos, aunque sí un nuevo gobierno de fieles tecnócratas. No existe el dinero material, sino las horas de trabajo; cuando éstas no bastan o sobran empleados, se recurre al sistema de “letras”. No, aunque suene igual no tiene que ver con el que siempre conocimos. Aquí no se paga al mes con moneda sonante; cuando alguien se arruina o no tiene trabajo, acaba vendiendo su nombre, su última identidad. Las empresas con más peso en Bolsa son aquellas que adquieren mayor número de “letras” (de personas). Ya hay gente que se ha quedado sin nombre, que vaga por las calles como si no existiese, sin ser vistos ni saber quiénes son. Los han dado en llamar... “los nadies”.
Asier Aparicio
Pastoral Social
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