«Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre “hermano”, y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam. Amén». Con estas palabras finalizó la alocución del Papa Francisco en la ceremonia de oración por la paz que reunió el pasdo 8 de junio en el Vaticano junto al Papa al presidente de Israel, Simon Peres, y Palestina, Mahmoud Abbas. El Papa logró algo impensable hace solo unos meses: unir a orar juntos por la paz a judíos y palestinos.
Como afirmó el Papa, «para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra». Por ello, lo vivido en los jardines del Vaticano es un paso de gigantes hacia la paz en todo el mundo, desde la óptica del mismo Dios que nos creó y nos observa. «Por eso estamos aquí, porque sabemos y creemos que necesitamos la ayuda de Dios». El Santo Padre insistió en que «se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez».
El Papa en persona salió a recibir a los dos mandatarios. Primero llegó el presidente israelí Simon Peres. Veinte minutos después, hizo aparición el presidente palestino Mahmoud Abbas. «¡Que Dios te bendiga!», fue el saludo de Peres a Abbas, y la escena del abrazo entre los líderes palestino e israelí, con el Papa de testigo, ya ha dado la vuelta al mundo. Por fin, las sonrisas se multiplicaron cuando se incorporó un cuarto invitado, el patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I.
Los cuatro, junto al custodio de Tierra Santa, se dirigieron a los jardines vaticanos, donde responsables católicos, ortodoxos, judíos y musulmanes les esperaban para iniciar una oración por la paz histórica. Fueron recibidos con un breve concierto de violín, oboe, chelo y arpa, y una explicación del orden de la intervención, por orden histórico estricto: primero los judíos, segundo los cristianos, y finalmente los musulmanes. La primera parte de la celebración fue una alabanza a Dios por los dones de la creación, mientras que en un segundo momento se pidió perdón por los pecados contra Dios y contra el prójimo. Finalmente, el punto más esperado: la petición de oración por la paz entre judíos y palestinos, en toda Tierra Santa, en todo Oriente Medio, para toda la Humanidad.
Al término de las mismas, un nuevo abrazo, y un gesto de paz. Los cuatro líderes plantaron un pequeño árbol, símbolo de la paz que se pretende y se desea, «y que no será fácil, pero lucharemos por ella lo que nos queda de vida» -como dijo el presidente Peres-, en los jardines del Vaticano.
Señor, Dios de paz, escucha nuestra súplica:
Hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas abatidas... Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: «¡Nunca más la guerra»; «con la guerra, todo queda destruido».Papa Francisco