Leo por ahí, que la etimología es la ciencia que se dedica al estudio del origen de las palabras, a la cronología de su incorporación al idioma, y a buscar la fuente y detalles de sus cambios de forma y significado. Así, los etimólogos, buscando y rebuscando en textos antiguos y modernos... persiguen, comprender el significado de las palabras, ampliar el vocabulario personal, mejorar la ortografía, y aplicar correctamente la sinonimia, pues pocos sinónimos son 100% equivalentes.
Otra ciencia bien curiosa es la filosofía del lenguaje. Los que a ello se dedican no se preocupan por el significado individual de una palabra u oración. El diccionario está para eso. Lo que les interesa a los filósofos es... ¿qué significado tiene una expresión? ¿porqué las expresiones tienen el significado que tienen? ¿qué expresiones tienen el mismo significado que otras expresiones y por qué? ¿cómo puede conocerse el significado? y la pregunta más básica... ¿qué se “quiere decir” cuando usamos un término?
Agradeciendo el trabajo de etimólogos y filósofos del lenguaje... creo que las palabras son importantes, que su significado es importante... y que es bueno que las palabras sean fieles a su significado... Para poder entendernos, para poder comunicarnos. Para llamar a las cosas por su nombre.
Pero algunas veces me lío... Sin ir más lejos, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (con valor normativo en todo el mundo de habla española) recoge que la palabra “matrimonio” viene de la palabra latina matrimonium... y en su primera acepción significa “unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales”. La reciente sentencia del Tribunal Constitucional me sume en una profunda desazón. Ya no sé si tengo que hacer caso al Diccionario o al Tribunal... Y la cosa es que tengo que confesar que soy adicto a consultar los textos de los que “fijan, limpian y dan esplendor” a nuestra lengua.
En resumen. Creo que es bueno que se regulen las cosas. Que los legisladores legislen... y que la ley ordene la realidad a medida que esta va cambiando. Que las personas tienen derechos y que estos deben ser incorporados a la legislación vigente. Pero también creo que el “concepto es el concepto”. Y que el matrimonio es cosa de “hombre y mujer”. Deberíamos haber buscado otro nombre.
Otra ciencia bien curiosa es la filosofía del lenguaje. Los que a ello se dedican no se preocupan por el significado individual de una palabra u oración. El diccionario está para eso. Lo que les interesa a los filósofos es... ¿qué significado tiene una expresión? ¿porqué las expresiones tienen el significado que tienen? ¿qué expresiones tienen el mismo significado que otras expresiones y por qué? ¿cómo puede conocerse el significado? y la pregunta más básica... ¿qué se “quiere decir” cuando usamos un término?
Agradeciendo el trabajo de etimólogos y filósofos del lenguaje... creo que las palabras son importantes, que su significado es importante... y que es bueno que las palabras sean fieles a su significado... Para poder entendernos, para poder comunicarnos. Para llamar a las cosas por su nombre.
Pero algunas veces me lío... Sin ir más lejos, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (con valor normativo en todo el mundo de habla española) recoge que la palabra “matrimonio” viene de la palabra latina matrimonium... y en su primera acepción significa “unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales”. La reciente sentencia del Tribunal Constitucional me sume en una profunda desazón. Ya no sé si tengo que hacer caso al Diccionario o al Tribunal... Y la cosa es que tengo que confesar que soy adicto a consultar los textos de los que “fijan, limpian y dan esplendor” a nuestra lengua.
En resumen. Creo que es bueno que se regulen las cosas. Que los legisladores legislen... y que la ley ordene la realidad a medida que esta va cambiando. Que las personas tienen derechos y que estos deben ser incorporados a la legislación vigente. Pero también creo que el “concepto es el concepto”. Y que el matrimonio es cosa de “hombre y mujer”. Deberíamos haber buscado otro nombre.
Domingo Pérez
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