“Su profunda y grandísima devoción a la Virgen Santísima -escribíamos en el libro Hablando con la Virgen- le obligó a predicar en sus fiestas más solemnes y a escribir sobre las virtudes, atributos y prerrogativas”.
Un vez dijo: “Prefiero me arranquen la piel, antes que perder la devoción a la Virgen”. Estamos en el mes de mayo, dedicado especialmente a nuestra Madre del Cielo. San Juan de Ávila será nuestro guía, usando sus mismas palabras: “Servid a este Señor. Porque si a un hombre le quitáis el bonete, os da las gracias. ¿Y pensáis, si saludáis a la Virgen y la rezáis o la hacéis algún servicio, que lo echará en olvido? No, sino que dirá a su Hijo: Hijo mío, bendecid a este que me bendijo”.
San Juan de Ávila trataba con mucho mimo y devoción a los religiosas de clausura. Son muchas sus pláticas. En una de ellas, hablando de la humildad de la Virgen, decía: “Quien a Dios tiene, en la humildad se conoce; como el grano de peso se va a lo hondo, el vano nada al alto del agua; y el árbol lleno de fruto, está encorvado hacia abajo con el peso; el de solas hohas, enhiesto y lozano”.
¿Qué ángel bajó a hablar con la Virgen? Escribe San Juan de Ávila: “Aunque no sepamos quién fue el mensajero, sabemos que cada uno del cielo deseaba ser; y a lo que parece, convenía que fuese Gabriel, por ser el más conocido de la Virgen. Cuando se presentó el ángel, la Virgen lloró de alegría, y después de hablar, ella contestó: He aquí la esclava del Señor, sea hecho en mí según su palabra”.
Conclusión: “¿Qué resta, sino que hagamos lo que está escrito: No dejes, hijo, la ley de tu madre? Y si la amamos, imitémosla; si por Madre la tenemos, obedezcámosla. Y lo que nos manda es que hagamos todo aquello que su Hijo bendito nos manda. Porque el camino por donde ella ganó lo que tiene, fue la obediencia a Dios”.
Germán García Ferreras
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