Aunque no lo tengamos siempre en nuestra cabeza... una de las realidades que marca nuestro devenir diario es el Mercado de Valores. Las empresas y sociedades, los bancos, los Estados... divididos en cachitos se venden a diario. Ponen su valor en el mercado y, unos días valen mucho... y otros días, nada. Y esto influye en nuestra hipoteca, en el pan, en la gasolina, en los impuestos... prácticamente en todo.
Hay valores que cotizan alto... y otros que están en franco retroceso. Lo cual no quiere decir que los primeros sean estimables y beneficiosos... y los segundos perniciosos. Porque un valor también es la «cualidad que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son estimables».
En este mundo nuestro cotizan al alza la FAMA, el ÉXITO, el PODER, la RIQUEZA... Y no está necesariamente mal visto que se usen unos medios u otros para conseguir lo buscado. Poco a poco se van perdiendo los valores básicos para la convivencia... y, si vemos que los que deben velar por los demás, se implican en “corruptelas” crece la DESCONFIANZA.
El HONOR, la INTEGRIDAD, y la HONRADEZ, para nuestra desgracia... cotizan a la baja. Hay que buscar luces y nuevos caminos para cambiar el valor de los VALORES. O, quizás... debamos volver a sendas ya transitadas.
El pasado 12 de enero, en un discurso a las autoridades administrativas del Ayuntamiento y la provincia de Roma, y de la región Lacio... el Papa Benedicto XVI decía lo siguiente: «Los desafíos actuales son múltiples y complejos. Será posible vencerlos sólo en la medida en que se refuerce la conciencia de que el destino de cada uno está ligado al de todos. Por eso, la ACOGIDA, la SOLIDARIDAD y la LEGALIDAD son valores fundamentales».
Y señaló que la crisis actual «puede ser una ocasión para que toda la comunidad civil verifique si los valores en los que se basa la vida social han generado una sociedad más justa, equitativa y solidaria, o si por el contrario es necesaria una profunda reflexión para recuperar los valores que (...) favorecen una recuperación económica y, al mismo tiempo, promueven el bien integral de la persona humana».
Porque para Benedicto XVI, las raíces de la crisis actual se encuentran en «el individualismo, que oscurece la dimensión relacional del hombre y lo conduce a encerrarse en su pequeño mundo propio, a satisfacer ante todo sus propias necesidades y deseos, preocupándose poco de los demás».
No seré yo quien corrija al Santo Padre. Y creo que tenemos un encargo bien claro. Debemos perseverar a diario... para que ciertos Valores se recuperen en el Mercado.
Domingo Pérez
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