miércoles, 25 de marzo de 2015

La actualidad del mensaje de Santa Teresa

Vuestra soy, para Vos nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criastes,
vuestra, pues me redimistes,
vuestra, pues que me sufristes,
vuestra, pues que me llamastes.
Vuestra, porque me esperastes,
vuestra, pues no me perdí.
El 28 de marzo de 2015 vamos a celebrar los 500 años del nacimiento de una de las mujeres españolas más universales: Teresa de Cepeda y Ahumada, la mundialmente conocida Santa Teresa de Jesús, la primera doctora de la Iglesia. Organizadas por Don Luis Ángel Montes Peral, sacerdote diocesano y profesor del Instituto Teológico de Valladolid, han tenido lugar cinco conferencias cuaresmales. Sería muy largo comentar los distintos temas que se han ido tratando durante estos días sobre la santa, por lo que sólo me referiré a algunas ideas centrales expuestas por los ponentes.

CRISTO: AMIGO Y COMPAÑERO. Inició el ciclo de conferencias, el lunes 9 de marzo, el Padre José Emilio Martínez, Vicario General del Carmelo Descalzo. De las tres conferencias que pronunció, merece destacarse por su profundidad teológica la que versó sobre la experiencia que Santa Teresa tuvo de Nuestro Señor Jesucristo. Para ella Cristo es el libro vivo en el que aprender todas las verdades. El cristianismo es vivir la vida de Cristo, considerándole como comienzo y fin de toda la vida espiritual del discípulo. Es por lo tanto necesario establecer con él una relación personal. Ella define la oración diciendo que «no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama».

Teresa sugiere, con frecuencia, meditar la vida de Jesús y, especialmente, su Pasión. No lo hace por complacencia en el dolor ni por afán de sufrimiento. Dos cosas le mueven: reconocer el increíble amor que se muestra ahí y, a la vez, la necesidad de actualizar esa Pasión, de hacer que signifique algo realmente para los seguidores de Jesús. Acompañar a Jesús es «estarse con Él» y «salir a aprovechar a otros». Es, sencillamente, como dijera a sus hermanas, y podría seguir diciendo hoy: vivir «ocupadas en su amor».

A Teresa de Jesús le conmovía mucho lo que le había sucedido a Jesús tras su entrada en Jerusalén... En una Cuenta de conciencia escribió: «Hija, yo quiero que mi sangre te aproveche, y no hayas miedo que te falte mi misericordia. Yo la derramé con muchos dolores, y gózala tú con tan gran deleite».

Años después, terminando de escribir Las Moradas, tras grandes y profundas experiencias con Dios, enseñará que acoger y acompañar a Cristo es recibir y cobijar al necesitado. «Creedme, que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje no le dando de comer... Su manjar es que de todas las maneras que pudiéremos lleguemos almas para que se salven y siempre le alaben».

LA ALEGRÍA Y LA TERNURA DE SANTA TERESA. El martes, día 10, tuvo lugar la conferencia del Padre Teófanes Egido, carmelita descalzo, cronista de la ciudad de Valladolid y catedrático emérito de su universidad. El título de su disertación fue “Los sentimientos de Santa Teresa”. De entre la variedad de sentimientos de la afectividad de la santa, quiso documentar dos especialmente relevantes para conocer su personalidad: la alegría y la ternura.

A pesar de la valoración que en aquellos tiempos se hacía de la seriedad y rigidez de carácter de las personas religiosas, Santa Teresa tenía un carácter jovial y optimista, incluso en situaciones muy difíciles de su vida, lo que para sus contemporáneos parecía incompatible con la santidad. La risa en público se consideraba como cosa de personas burdas y ordinarias. Su gracejo en la descripción de sus correrías por la España de aquel entonces, le hace bromear sobre las posadas (el “infierno” para ella), de los miedos de una monja en la noche de las ánimas e incluso de lo “sabihondas” que aparentaban ser algunas hermanas de religión, por dárselas de muy “letradas” en sus conversaciones. De su ternura tenemos ejemplos notables del afecto y delicadeza del trato con sus sobrinas, especialmente con una de ellas, la pequeña Teresita, hija de su hermano Lorenzo de Mendoza, que le acompañó en ocasiones en sus viajes.

El Padre Teófanes quiso desmontar también dos ficciones que se han propagado extensamente en artículos y libros sobre la santa: ni tuvo especiales problemas con la Inquisición, ni sus arrobamientos místicos tenían nada que ver con enfermedades psiquiátricas, ni ataques de epilepsia.

LA TRINIDAD Y SANTA TERESA. El miércoles 11 de marzo fue el turno del profesor Luis Ángel Montes Peral, quien disertó sobre el tema “Santa Teresa y la Trinidad”. Comenzó diciendo: «Últimamente alguien ha calificado con toda razón a Teresa de Cepeda y Ahumada, la mundialmente conocida Santa Teresa de Jesús, como la mujer de Dios. Yo extendería y completaría la expresión y le llamaría también la monja de la Trinidad... Cree en la Trinidad y vive en y desde ella, experimentándola en el corazón y en la acción diaria, testimoniándola también delante de los demás.

Invitó a los cristianos de su tiempo diciéndoles: atrévete a adentrarte en el misterio divino. Pronto comprobarás por ti mismo que sólo Dios basta y sobra para hacerte feliz... El mismo Cristo le hizo esta confesión un día muy penoso por causa de problemas existentes en la orden: “Haz lo que es en ti y déjame tú a Mi y no te inquietes por nada, goza del bien que te ha sido dado, que es muy grande; mi Padre se deleita contigo y el Espíritu Santo te ama”. Por eso dejó que la Trinidad se adentrara en su alma y tomara posesión de ella, llenándola de alegría y de docilidad para saborear el Evangelio».

El final de la ponencia de Don Luis Ángel Montes fue una invitación. «“¡Ya es tiempo de caminar!”, exclamó emocionada Santa Teresa cuando estaba a punto de morir... Efectivamente, aquí y ahora es tiempo de caminar con la sonrisa en los labios, siempre unidos a la Trinidad, contemplando el semblante amoroso del Padre, siguiendo como hermanos al Hijo peregrino con cada uno de nosotros, teniendo el Evangelio en la mano y al Espíritu en el corazón».

+Esteban, Obispo de Palencia

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