miércoles, 11 de marzo de 2015

Corazón de Madre

A principios de año, el Papa Francisco en una Audiencia General habló sobre la familia, y se centró en gran medida en el papel de las madres. Destacó la importancia de la madre, que en los primeros momentos de vida de su bebé le enseña el valor de la ternura, el amor, la dedicación gratuita y la esencia de la oración más sencilla y auténtica. Como en tantas ocasiones, conocer nuestro funcionamiento psíquico y emocional nos ayuda a entender el amor con el que Dios nos ha creado, y a descubrir que nuestra naturaleza está orientada a vivir de acuerdo con este amor.

En este caso, las palabras del Papa Francisco responden a una idea que los investigadores llevan años confirmando: desde el inicio de la vida, los bebés vienen preparados al mundo con una compleja capacidad para desarrollarse emocional y socialmente. Así, el bebé está predispuesto a recibir y responder a los primeros gestos de amor de su madre, por delante de otras cosas. Hay muchos fenómenos que lo ilustran. Por ejemplo, los bebés emiten diferentes tipos de llantos según la necesidad que tienen en cada momento. Existe un tipo de llanto rítmico propio de situaciones de incomodidad en las que sienten hambre, frío... sin embargo, en muchas ocasiones usan ese llanto, no porque tengan ninguna necesidad física, sino porque el bebé se encuentra solo, por eso deja de llorar ante el sonido de la voz o las caricias de su madre. En este sentido, los adultos somos incapaces de resistirnos ante ese tipo de señales de los bebés y acudimos inmediatamente a atenderlos. También el contacto físico es muy importante para el bebé. De hecho, parece que el sentido del tacto ya está presente en los bebés ¡en el segundo mes de embarazo! Todos conocemos las propiedades que tienen unas caricias para calmar a un bebé que llora. Por otro lado, sabemos que los niños pequeños sienten preferencia hacia el tacto de la piel humana y que la succión del pecho materno  provoca en el bebé tranquilidad, proporcionando un contacto y sensación de seguridad muy importante.


Sabemos que los bebés no sólo reconocen las emociones, sino que, muy pronto, tienen una capacidad empática, es decir, de “conec-tar” con las emociones de los demás. Esto se comprueba fácilmente cuando, al mirar a un bebé, le sonreímos y él nos devuelve la sonrisa, parece que entendiera lo que estamos sintiendo y lo compartiera con nosotros. Todos estos fenómenos demuestran que las personas nacemos orientadas a recibir y conectar con el amor, que, en un primer momento ofrece sobre todo la madre.

De esta misma forma, como hijos de nuestra Madre la Iglesia, podemos reconocer en ella el corazón de María, la Madre amorosa que gesta a Jesucristo en su seno. Las palabras de la Iglesia, sus signos, su entrega, su disposición, nos permiten reconocer el amor de Dios. En el camino de la vida, el acompañamiento y la comunicación con la madre, nos ayuda a desarrollarnos como seres emocionales y sociales. También el acompañamiento y la vida en nuestra Madre la Iglesia, nos ayuda a crecer en la vida de fe y a desarrollarnos como adultos en nuestra vida humana y espiritual.

Elena Álvarez
Psicóloga del COF

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