miércoles, 29 de octubre de 2014

Lorenzo, su hermano

Era santa Teresa muy amiga de su familia. La ayudaron mucho en las Fundaciones y ella correspondía agradeciéndolo con bienes espirituales. A quien más quería era a Lorenzo y así dice en una carta a María Bautista que estaba en el convento de Valladolid: “Ya habrá sabido cómo vinieron mis hermanos en esta flota. Lorenzo de Cepeda es el que yo quiero; y ya le digo que, cuando no fuera hermano, por ser tan virtuoso y siervo de Dios es mucho para amar”.

Todos los hermanos fueron a las Indias y no sólo a hacer fortuna. Quería para ellos su bien espiritual, que se ganasen el cielo y contribuyeran a la salvación de aquellas gentes. El espíritu misionero que florecía en Santa Teresa, la empujaba a infundírselo a sus hermanos. Si a su hermano Rodrigo, aún niño, se lo lleva a tierra de moros para que les maten por Cristo; si a Antonio le pide que se vaya -a pesar de su edad de niño- al convento de los PP. Dominicos de Ávila; si nos dice que Juan había muerto como un santo... es porque santa Teresa amaba a su familia. Pero ese amor no estaba sobre el amor de Dios. Por eso dejará a su padre y a todos y se irá al convento de la Encarnación para consagrarse a Dios.

Lorenzo de Cepeda la ayudó mucho con dineros que le mandaba desde las Indias. Y así se lo agradece en las cartas y procura que lo sepan sus monjas para que recen por él. Cuando murió, ella misma lo comunicó a distintas Comunidades, juntando el dolor con el gozo y la alegría. ¿No son de santa Teresa aquellos versos: “Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero”?

A Dña. Juana que está en Alba de Tormes la dirá que su hermano Jerónimo murió como un santo. De Rodrigo dirá que murió mártir en defensa de la fe cristiana. A Lorenzo le escribirá el 17 de enero de 1577: “Jesús sea con vuestra merced. Ya dije en la que llevó el de Alba, que las sardinas vinieron buenas y los confites a buen tiempo. Dios se lo pague. De ninguna cosa me envíe ya nada, que cuando yo lo quiera lo pediré”.

En la misma carta habla del “dolor sabroso” y pone estos versos: “Sin herir dolor hacéis / y sin dolor deshacéis / el amor de las criaturas”.

Germán García Ferreras

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