No hay duda que Víctor leyó muchas veces y escuchó cientos de veces, la frase de santa Teresa momentos antes de su muerte: «Al fin muero hija de la Iglesia». Antes había pronunciado otra frase más significativa: «Divino Esposo, ya es hora que caminemos».
Era el momento en el que llegaba el capellán con el Santísimo, para administrar el Viático. La Santa se quedó mirando a Jesús Eucaristía y le manifestó el deseo de partir para la Casa del Padre. En una de sus poesías dice Santa Teresa: «Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero».
Nuestro Víctor, sentía y vivía el gozo de ser hijo de la Iglesia. En el libro Vida impactante de un cristiano de a pie, escrito por un gran amigo, el Padre Carmelita Descalzo, José Vicente Rodríguez, sabio carmelita y especialista en San Juan de la Cruz, leemos el autorretrato de Víctor que dice así: «Los padres que Dios me dio, tanto me quisieron, que hijo de la Iglesia me hicieron. Esta me recibió. El bautismo me otorgó. Aun no sabía andar y a misa en brazos me llevaban. En familia todos los días el rosario se rezaba».
Hijo de la Iglesia. ¿Qué significaba y suponía esa filiación? Primero, ser hijo de Dios y coheredero con Cristo de la gloria del Padre. Para Víctor ser hijo de la Iglesia, es aceptar lo que nos dice el San Lucas (5, 13-16): «Vosotros sois la sal de la tierra; si la sal se desvirtúa, ¿con que se la salará? Para nada vale ya, sino para que, arrojada fuera, sea pisada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en la cima de un monte no puede ocultarse. Ni encienden una lámpara y la ponen debajo de un celemín, sino sobre el candelero y alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra casa delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre celestial».
Hijo de la Iglesia y siempre tenía ansias por saber la doctrina de la Iglesia y responder a las exigencias de la misma. Quería ser un verdadero cristiano que tiene espíritu de servicio para ayudar al necesitado y más si estaba enfermo y carecía de alimentos.
Hijo de la Iglesia a tanto, que estaba suscrito al L’Osservatore Romano y desde Roma se lo mandaban todas las semanas. ¿Cuántos cristianos conocemos que estén suscritos a la Prensa del Vaticano?
Hijo de la Iglesia, pero no sólo por el bautismo y en un libro de bautismos, sino que trataba de formarse en la Iglesia y pertenecer a distintos movimientos cristianos y cofradías: Pertenecía al Carmelo Seglar, a la Adoración Nocturna, a Cursillos de Cristiandad y a la Congregación de San Felipe Neri.
Hijo de la Iglesia, y mientras estuvo trabajando en Madrid, disponía de la llave de una parroquia y a media noche se iba, con permiso del párroco, a visitar al Santísimo y estarse horas ante el sagrario.
Hijo de la Iglesia y todos los días acudía a celebrar la Eucaristía. Estando enfermo para trabajar en Madrid, se vino a vivir a Velillas del Duque y todos los días acudía a misa. Cuando no había en su pueblo, acudía, andando, a uno de estos pueblos: Villarmienzo, Quintanilla de Onseña y Portillejo.
Andando que te andarás, no aceptaba montarse en el coche que algún vecino o amigo le ofrecía sí que aceptaba la conversación en la carretera aprovechando para hablar de Dios y de las Obras de Misericordia. Nunca, nunca, para criticar de los demás o fallos de los políticos, etc. etc. Que así nos lo ha contado un amigo suyo que aún vive en Palencia.
Le encantaba leer los Evangelios y las Cartas de San Pablo. Gozaba mucho. Comentando aquellos versículos de San Mateo (11, 25-30): «Te doy gracias, Padre. Señor de cielo y tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla».
Germán García Ferreras
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