En las 11 páginas del Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2015 el Papa Francisco critica la esclavitud moderna en sus múltiples manifestaciones y pide a la comunidad internacional un compromiso común para vencer esta lacra. Y no es la primera vez que el Papa nos llama la atención sobre este fenómeno todavía tan actual. Pensemos por ejemplo en sus palabras duras a propósito de la tragedia humana de Lampedusa (Italia) o en el discurso al Parlamento Europeo en el cual Francisco exclama que «no se puede tolerar que el Mediterráneo se convierte en un gran cementerio».
Entremos algo más en detalle sobre algunos aspectos importantes de este mensaje hermoso del Papa.
En cuanto al primer párrafo sobre «la escucha del proyecto de Dios sobre la humanidad» el Papa se refiere entre otras cosas a la carta de San Pablo a Filemón. Onésimo, el esclavo, se ha fugado y está con San Pablo. Este se dirige a Filemón, el amo, tratando este asunto con gran delicadeza y le pide que reciba de nuevo a Onésimo pero ya «no como esclavo sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido» (Flm 15, 16). Onésimo convertido al cristianismo se hace hermano y puede esperar un nuevo comienzo, una nueva vida. El papa Francisco deja claro que todas las personas «están por naturaleza relacionadas con las demás», que, aunque diferentes, comparten el mismo origen, naturaleza y dignidad.
Rechazando a Dios -y lo vemos a lo largo de la historia de la humanidad- se produce muchas veces lo que el papa Francisco describe como «rechazo de la comunión» que culmina en una «cultura de esclavitud» con tanto rechazo del otro (p.ej. del inmigrante), maltrato de las personas, violación de la dignidad y los derechos fundamentales de la persona hasta la institucionalización de la desigualdad. En cuanto al párrafo sobre «los múltiples rostros de la esclavitud de entonces y de ahora» comenta que «no puede dejar de pensar en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas o para formas encubiertas de adopción internacional». Y en tantas personas víctimas del terrorismo, del cual en la actualidad tenemos muchos ejemplos en muchas partes del mundo (terrorismo del estado, terrorismo en nombre de la religión, en nombre de Dios...).
En el párrafo sobre «el compromiso común para derrotar la esclavitud» el Papa destaca la necesidad de acabar con la «indiferencia general» aunque él directamente reconoce la fantástica labor que hacen muchas congregaciones religiosas de modo silencioso y en contextos difíciles para «romper las cadenas invisibles que tienen encadenadas a las víctimas a sus explotadores».
En el último párrafo Francisco subraya que, para llegar a una sociedad más pacífica hay que «globalizar la fraternidad» y decir firmemente NO a la esclavitud y NO a la indiferencia (por desgracia globalizada también).
¿No es una exigencia moral importante para la auténtica vida cristiana de «no apartar los ojos de los que sufren falta de libertad y falta de dignidad, y reconocer a Cristo en estos rostros de nuestros hermanos más pequeños?» (cf. Mt 25, 40.45).
Tom Broekman (Pastoral Social)
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