La explotación del hombre por el hombre. Los obispos del mundo entero hemos recibido una carta de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, máximo órgano de colaboración del Santo Padre, el Papa Francisco, por el que se nos pedía que el domingo 8 de febrero, memoria litúrgica de Santa Giuseppina Bakhita, se celebrara la “Jornada Mundial de oración, reflexión y acción contra la trata de seres humanos”. Se nos invita a sensibilizar tanto a la opinión pública como a la comunidad eclesial sobre tan trágico fenómeno, que representa una de las plagas más dolorosas de nuestro tiempo.
El Santo Padre ya alertó al mundo entero sobre este comportamiento indigno de la humanidad, dirigiendo como mensaje del año nuevo un importante documento bajo el título “No esclavos sino hermanos”. A través de esta carta pastoral, yo quisiera entresacar algunos de los párrafos más significativos, para comprender la gravedad del problema y sus distintas variantes, y animar a creyentes y no creyentes a una acción común de rechazo de esta lacra social.
Ya casi al comienzo del mensaje del Papa podemos leer esta clara denuncia: «El flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre daña seriamente la vida de comunión y la llamada a estrechar relaciones interpersonales marcadas por el respeto, la justicia y la caridad. Este fenómeno abominable, que pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad, adquiere múltiples formas sobre las que deseo hacer una breve reflexión, de modo que, a la luz de la Palabra de Dios, consideremos a todos los hombres “no esclavos, sino hermanos”».
Múltiples formas de esclavitud. «Desde tiempos inmemoriales, las diferentes sociedades humanas conocen el fenómeno del sometimiento del hombre por parte del hombre. Ha habido períodos en la historia humana en que la institución de la esclavitud estaba generalmente aceptada y regulada por el derecho... Hoy, como resultado de un desarrollo positivo de la conciencia de la humanidad, la esclavitud, crimen de lesa humanidad, está oficialmente abolida en el mundo... Sin embargo, a pesar de que la comunidad internacional ha adoptado diversos acuerdos para poner fin a la esclavitud en todas sus formas, y ha dispuesto varias estrategias para combatir este fenómeno, todavía hay millones de personas -niños, hombres y mujeres de todas las edades- privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud».
El Papa trata a continuación de tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos, en el trabajo doméstico, en la agricultura, en la industria o en la minería. Piensa también en las condiciones de vida de muchos emigrantes y en sus dramáticos viajes en busca de un porvenir para sus vidas. Se refiere después a las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y a los esclavos y esclavas sexuales. Piensa igualmente en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados o para la mendicidad. Finalmente dedica un párrafo de su mensaje a todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales. Muchos de ellos desaparecen, continúa diciendo el Papa, otros son vendidos varias veces, torturados, mutilados o asesinados.
Algunas causas de la esclavitud. «Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite que pueda ser tratada como un objeto... La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro. Pero, hay otras causas que ayudan a explicar las formas contemporáneas de la esclavitud. Me refiero en primer lugar a la pobreza, al subdesarrollo y a la exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes, oportunidades de trabajo... Entre las causas de la esclavitud hay que incluir también la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana... Otras causas de la esclavitud son los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo. Muchas personas son secuestradas para ser vendidas o reclutadas como combatientes o explotadas sexualmente, mientras que otras se ven obligadas a emigrar, dejando todo lo que poseen: tierra, hogar, propiedades, e incluso la familia. Éstas últimas se ven empujadas a buscar una alternativa a esas terribles condiciones aun a costa de su propia dignidad y supervivencia».
Compromiso común para derrotar la esclavitud. A pesar de una gran indiferencia en el mundo ante este gran problema, el Papa ha querido destacar «el gran trabajo silencioso que muchas congregaciones religiosas, especialmente femeninas, realizan desde hace muchos años a favor de las víctimas»... Como dijo Benedicto XVI, en su tarea de «anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad», la Iglesia se esfuerza constantemente en las acciones de carácter caritativo partiendo de la verdad sobre el hombre... «En esta perspectiva -continúa diciendo del Papa Francisco- deseo invitar a cada uno, según su puesto y responsabilidades, a realizar gestos de fraternidad con los que se encuentran en un estado de sometimiento. Preguntémonos, tanto comunitaria como personalmente, cómo nos sentimos interpelados cuando encontramos o tratamos en la vida cotidiana con víctimas de la trata de personas, o cuando tenemos que elegir productos que con probabilidad podrían haber sido realizados mediante la explotación de otras personas».
El mensaje termina diciendo: «Sabemos que Dios nos preguntará a cada uno de nosotros: “¿Qué has hecho con tu hermano?” (cf. Gn 4, 9-10). La globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas nuestros, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad, que les dé esperanza y los haga reanudar con ánimo el camino, a través de los problemas de nuestro tiempo y las nuevas perspectivas que trae consigo, y que Dios pone en nuestras manos».
+Esteban, Obispo de Palencia