Al amanecer del pasado 28 de octubre, partió a la Casa del Padre un profeta el siglo XXI; un hombre de Dios: Ignacio Larrañaga. Franciscano capuchino, nació en España pero que toda su vida residió en Chile. Fue un hombre que entregó hasta el último aliento de su vida para llevar a todos rincones del mundo la buena noticia del Evangelio de Jesús y anunciar a los cuatro vientos que Dios nos ama gratuitamente a todos.
Para mí, conocerle abrió un mundo nuevo. Fue el gran descubrimiento de mi vida: la ternura de Dios, el amor incondicional que el Señor siente por cada uno de nosotros, para el que, seamos como seamos, nos ama, y nos ama sin un por qué ni un para qué. El padre Ignacio me enseñó que Dios, sin dejar de ser el Creador, el Todopoderoso y el Justo, es también todo amoroso, es ternura, es comprensión... Me cautivó. Nadie hasta ese momento me había hablado así de Dios. Cuando te sientes amado de esta forma, tu vida cambia por completo y comienzas a vivir desde otra dimensión. El padre Ignacio me habló también de un Jesús amigo, compañero de camino, y, me enseñó a orar: a entrar en comunicación con Aquél que sabemos nos ama y nos espera siempre. ¿Cómo no ir a su encuentro sabiendo esto? Es un amor que me desborda. Ignacio Larrañaga ha sido mi maestro y mi guía. Por eso, al recibir la triste noticia de su fallecimiento, en mi corazón -y en el de muchos guías del mundo- ha habido y hay una gran tristeza, aun cuando tengo la certeza de que él goza ya del Rostro del Señor. Pero el corazón no entiende de razones y, cuanto mayor es el cariño, mayor es el dolor.
El padre Ignacio ha sido el animador de los Encuentros de Experiencia de Dios, semanas completas de retiros en silencio, y fundador de los Talleres de Oración y Vida (TOV), que se imparten en 40 países del mundo. En nuestra diócesis también se imparten desde hace 23 años. Es autor de 17 libros de espiritualidad, como Muéstrame tu Rostro, El silencio de María o El hermano de Asís, entre otros. Pero, sobre toda su gran obra, quiero resaltar el gran testimonio de su vida: la coherencia de lo que ha predicado con su estilo de vida. Ha dejado este mundo trabajando sin descanso; falleció en México después de viajar por el mundo entero durante 58 semanas consecutivas para implantar en los corazones al Dios Vivo y Resucitado. Ésta es la herencia real que nos ha dejado a los más de 16.000 Guías de TOV. Gracias padre Ignacio. ¡Descansa en paz, llegaste a Casa! Silencio y paz.
Cecilia Presa
Guía TOV Palencia
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