Todos los días, a todas horas, muchas veces sin darnos siquiera cuenta... estamos “confiando”. No nos queda otra. Nunca podremos tener la completa seguridad de todo, y en todo momento... Es imposible. Y por eso “esperamos” con seguridad que algo suceda o que alguien se comporte como se desea: “confiaba en que llegaría a tiempo” ... “confío en ti”. Y por eso “encargamos” algo a alguien o lo ponemos bajo su cuidado: “le confié todo el dinero para que me lo guardara” ... “te confiaré un secreto”.
Aún recuerdo a un buen cura -ya mayor- que repetía a tiempo y a destiempo: “siempre que vamos a hacer la compra nos llevamos leído y aprendido el folleto con las ofertas y descuentos... pero con el Evangelio del domingo... la mejor oferta... no seguimos el mismo criterio”.
Con el “confiar” nos pasa tres cuartos de lo mismo. Ponemos nuestra confianza en “cada cacho cosa”... que en fin...
Estamos cerca de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Y los creyentes queremos aplicar la palabra “confiar” a Dios: nos fiamos de Él, de que estará siempre con nosotros, de su Palabra y de lo que nos pide. Para poder responder a la “vocación” de cada uno, a esa llamada que Dios nos hace para orientar nuestra vida y responderle con generosidad.
Confianza, confianza, confianza... que no hace mucho el Papa Francisco nos ha dicho que nos dan miedo las “sorpresas de Dios”. Y para mí que va a estar en lo cierto.
Domingo Pérez
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