martes, 8 de diciembre de 2015

Año de la Misericordia

¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!

Queridos hermanos y hermanas, he pensado con frecuencia de qué forma la Iglesia puede hacer más evidente su misión de ser testigo de la misericordia. Es un camino que inicia con una conversión espiritual; y tenemos que recorrer este camino. Por eso he decidido convocar un Jubileo extraordinario que tenga en el centro la misericordia de Dios. Será un Año santo de la misericordia. Lo queremos vivir a la luz de la Palabra del Señor: «Sed misericordiosos como el Padre» (cf. Lc 6, 36). Esto especialmente para los confesores: ¡mucha misericordia!

Este Año santo iniciará con la próxima solemnidad de la Inmaculada Concepción y se concluirá el 20 de noviembre de 2016, domingo de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo y rostro vivo de la misericordia del Padre. [...].

Estoy convencido de que toda la Iglesia, que tiene una gran necesidad de recibir misericordia, porque somos pecadores, podrá encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consuelo a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo. No olvidemos que Dios perdona todo, y Dios perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón. Encomendemos desde ahora este Año a la Madre de la misericordia, para que dirija su mirada sobre nosotros y vele sobre nuestro camino: nuestro camino penitencial, nuestro camino con el corazón abierto, durante un año, para recibir la indulgencia de Dios, para recibir la misericordia de Dios.

13 de marzo de 2015
Franciscus

Para situarnos ante el Jubileo de la Misericordia

La Iglesia está llamada a contemplar el misterio de la misericordia como un don recibido gratuitamente que trae consigo la responsabilidad de anunciarlo.


Estamos invitados a reconocer a Dios como un Padre que jamás se da por vencido hasta que no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia... «porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón».

La Apertura de la Puerta Santa -tanto en Roma como en cada Iglesia diocesana- debe ser símbolo de un nuevo compromiso para todos los cristianos de testimoniar con mayor entusiasmo y convicción la propia fe. La Iglesia quiere ser en el mundo signo vivo del amor del Padre.

Hagamos que la Iglesia y las parroquias sean oasis de misericordia. Cada Iglesia particular estará directamente comprometida a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual para acoger a todos con misericordia.

 Estamos llamados a ser misioneros de la misericordia y «queremos vivir este Año Jubilar a la luz de la palabra del Señor: Misericordiosos como el Padre. El evangelista refiere la enseñanza de Jesús: “Sed misericordiosos, como el Padre vuestro es misericordioso” (Lc 6, 36)».

Aprovechemos la oportunidad de impulsar las peregrinaciones como estímulo para la conversión pues «esto será un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio».

Busquemos la oportunidad de redescubrir las obras de misericordia corporales y espirituales. «El amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos. Es sobre esta misma amplitud de onda que se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos. Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros».

Se nos invita a vivir con mayor intensidad la Cuaresma, momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios, en la meditación y la escucha atenta de la Palabra de Dios.

Fomentar la iniciativa de las “24 horas para el Señor” para que más personas se acerquen al sacramento de la Reconciliación: «Durante el Jubileo extraordinario de la Misericordia, el confesionario será la Puerta Santa del alma».

Promover la indulgencia por la que Dios hace evidente este amor que es capaz de destruir el pecado de los hombres. Es necesario comprender que la reconciliación con Dios es posible por medio del misterio pascual y de la mediación de la Iglesia.

El Año Jubilar es un tiempo oportuno para cambiar de vida, para dejarse tocar el corazón: «Ante el mal cometido, incluso crímenes graves, es el momento de escuchar el llanto de todas las personas inocentes depredadas de los bienes, la dignidad, los afectos, la vida misma».

Dirijamos nuestro pensamiento a María madre de la misericordia, para que en su mirada de María podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario