martes, 10 de junio de 2014

Las aguas bajan turbias

Las aguas de la política bajan revueltas, después de las elecciones al Parlamento europeo. El bipartidismo se agrieta como los viejos edificios con múltiples goteras.

Hace tiempo que se venía diciendo: “Es necesaria una regeneración democrática en la vida pública española”. Ni caso. Ha seguido la corrupción. Dineros, viajando mucho (a zonas templadas, naturalmente, a playas fiscales). Jueces, nada independientes. Iglesia española, muda. Deterioro, general de la cosa pública...

¿Y el pueblo? El pueblo, muy escéptico. Razones hay para dudar de casi todo. Así las cosas, en estas elecciones (muestreo de lo que vendrá) mucha gente se ha quedado en casa a la hora de ejercer el derecho a depositar su voto. No pocos han dado vacaciones a las urnas de su municipio y distrito electoral. Otros, se han echado al monte, y han entregado su voto a los del trabuco antisistema. O se han refugiado en demagogias varias, y buscan repúblicas independientes. Pintan malos tiempos.

¿Para dónde mirar? Un grupo de universitarios españoles (jesuitas por más señas) se reunieron, hace meses, para hacer una reflexión y apuntar caminos desde la crítica (y autocrítica, según dicen ellos mismos). Como esta forma de “hacer universidad” no abunda, os brindo algunas de sus “consideraciones” (“Considera, alma mía, y pondera...” -nos decían los padres jesuitas en sus libros de piedad). Veamos, pues, algunas de estas propuestas de regeneración por las que ellos abogan (si las quieren ver todas pulsen esta web: www.unijes.net).

Primera propuesta: Urge una separación de poderes más efectiva y real. El poder judicial o es independiente o, al final, no sabremos ya a qué atenernos. Sin esta separación, la desconfianza hacia la justicia será absoluta.


Segunda: Urge vivir en la transparencia y en la verdad. Instituciones y poderes públicos deben someterse a una regulación clara y exigente. Debe haber un control que no conceda patente de corso a aquellos que llegaron al poder con el propósito de “servir al pueblo” y, luego, no pocos de ellos “se sirvieron del pueblo” para hacer de las suyas. Transparencia, pues, en la forma y en el control de su financiación.

Urge, si no queremos meter a todos los políticos en el mismo saco de la desconfianza, formar y promover jóvenes militantes de partidos que se muestren honrados, vocacionados y que no regateen esfuerzos y trabajos a favor de la ciudadanía. El trabajo en política puede ser una buena mediación de la caridad cristiana. Una concreción del amor que nos pide Jesucristo hacia los demás.

Tercera: Se hace necesaria una reforma electoral que refuerce la participación ciudadana y reduzca el poder de los aparatos de los partidos, para que en el momento en que suban al poder no se encapsulen en su mundo o en sus interese y se olviden de los de abajo.

Cuarta: Urge un consenso constitucional que nos ahorre permanentes sobresaltos. La ordenación territorial del Estado es fuente de decepción continua y de permanente tensión. Los ciudadanos están hartos del tira y afloja del Estado con independentistas y guerrilleros de todos los pelajes (de guante blanco y de guante de hierro). Gentes que manipulan el diálogo que ellos mismos solicitan, para después ir a lo suyo. También en el diálogo debe de haber honradez y respetar las reglas del juego

Quinta: ¿Libertad de expresión y de información? Sí, siempre. Pero con responsabilidad. Los medios de comunicación públicos y privados son instrumentos clave para la democracia. Transparencia, pues, en su gestión, financiación y control. Más objetividad e imparcialidad. Y menos pasión ideológica.

Eduardo de la Hera

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