viernes, 8 de noviembre de 2013

La soberbia

Aconsejo al lector, que lea el capítulo 57 del maravilloso libro de San Juan de Ávila: Audi, filia. Es el mejor escrito de nuestro santo y doctor de la Iglesia. El título del capítulo reza así: “Que lo primero que ha de mirar el hombre es a sí mismo; y de la necesidad que tenemos del propio conocimiento, y de los males que nos vienen por falta de este conocimiento propio”.

Afirma el santo: “Ternéis, pues, esta orden en el mirar: primero os miréis a vos, después a Dios, y después a los prójimos”. Y argumenta de la siguiente manera: “Miraos a vos, porque os conozcáis y tengáis en poco; porque no hay peor engaño que sea uno engañado en sí mismo, teniéndose por de lo que es”.

Nos anima a distinguir entre humildad y soberbia. Para San Juan de Ávila “por la soberbia el alma es semejante al demonio, el cual no estuvo en la verdad, que es Dios; mas quiso estar en sí mismo, poniéndose a sí por ánimo y descanso”. En cambio de la humildad dice: “Mas, por el humilde conocimiento de sí mismo, es una alma semejante a los ángeles buenos, que se arrimaron a Dios”.

Nos comenta también aquella afirmación de san Agustín, cuando le preguntaron cuál era el mejor camino para el cielo, contestando que es la humildad. Es conocido que san Juan de Ávila renunció a ser obispo y que tampoco aceptó ser cardenal. Que en su casa de Montilla, que no era prestada, sólo tenía una gran cruz de palo y lo más imprescindible. Que cuando se ordenó sacerdote repartió entre los pobres sus riquezas, que eran muchas. Y que huía de toda vanidad y soberbia.

Santa Teresa de Jesús, discípula y dirigida de nuestro San Juan de Ávila, en el capítulo 19 del Camino de Perfección, tiene un discurso admirable sobre la humildad del cristiano y las honras del mundo: “U somos esposas de tan gran Rey, u no; si lo somos, ¿qué mujer honrada hay que no sienta en el alma la deshonra que hacen a su esposo? Pues querer participar del reino de nuestro Esposo y ser compañeras con Él en el gozar, y en las deshonras y trabajos quedar sin ninguna parte, es un disbarate”.

Germán García Ferreras

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