jueves, 21 de noviembre de 2013

Extender el Reino intensivamente

Mucho habló Jesús del Reino de Dios a través de los sembradores, semillas, campos, granos que brotan y crecen, siegas... unas veces en terrenos fértiles y otras pedregosos y secos. Y desde entonces, millones de labradores, a lo largo de los siglos, se han preocupado continuamente de mejorar la simiente, de extender sus cultivos... y de ocuparse de que su trabajo de fruto y lo de en cantidad. Para que sus sembrados dieran unas veces “treinta” y muchas veces “ciento”.

En 1991, en su audiencia del miércoles 25 de septiembre, Juan Pablo II dedicaba su predicación a hablar de “El crecimiento del Reino de Dios según las parábolas evangélicas”, a la luz del Evangelio de Marcos [Mc 4, 26-29]. Explicaba que el Reino de Dios crece aquí en la tierra, en la historia de la humanidad, en virtud de una siembra inicial, obra de Dios, que la Iglesia sigue cultivando a lo largo de los siglos. Y añadía que había que combinar el crecimiento extensivo del Reino -como la pequeña semilla de mostaza [Mt 13, 31-32]- con el intensivo -como la levadura que todo lo fermenta [Mt 13, 33]-. Así, el crecimiento del Reino de Dios se presenta como fruto de la acción del sembrador; pero la siembra produce fruto en relación con el terreno y con las condiciones climáticas.


Ese terreno, esas condiciones climáticas, residen en la disponibilidad interior de los hombres... en nuestra voluntad libre de hacernos responsables de este crecimiento. O en nuestra voluntad libre de desentendernos de la agricultura.

Nuestro campo de hoy -como en todos los tiempos- es la Humanidad; nuestra semilla, el Evangelio; nuestros compañeros de siembra, la Iglesia; y la cosecha que buscamos... el Reino. Esta es la misión que nos sigue convocando. Estamos llamados a plantar las semillas de la justicia, la hermandad, el perdón y el amor... en el contexto concreto que vivimos. No, en el que era. Sí, en el que es. Con sus luces y con sus sombras.

En los terrenos fértiles... para que el Reino de Dios crezca en “intensidad”, y la semilla y el sembrador ganen en calidad y en poder germinativo. Y en los terrenos secos y pedregosos, para que el Reino de Dios crezca en “extensión”... y que la semilla y los sembradores estén presentes en las tierras que claman por ser cultivadas.

Ojalá... que el Año de la Fe que acaba nos haya servido para la siembra. La extensiva y la intensiva.

Domingo Pérez

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