Juicio final. Óleo sobre lienzo. Diego Valentín Díaz, 1632. Iglesia Nuestra Señora del Castillo. Torremormojón. |
Al día siguiente de haber celebrado la solemnidad de Todos los Santos -los mejores hijos de la Iglesia que gozan ya con Dios en el cielo- reza por Todos los Difuntos para que puedan llegar al cielo limpios y purificados. Esta tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, pero la fiesta litúrgica se inició en el 988, cuando el abab Odilón de Cluny, mandó que los monasterios cluniacenses celebrasen tras las vísperas del 1 de noviembre el oficio de difuntos. Ya en el S. XI la Iglesia instituyó el día 2 de noviembre para conmemorar a todos los difuntos y rezar por ellos.
La misa de “réquiem aeternam” revela dos tendencias: La primera, que se remonta a la iglesia primitiva, vibra de júbilo y manifiesta el mensaje consolador de la resurrección de la carne. La segunda, que nace en la Baja Edad Media, fija la atención en el pecado y está saturada de angustiosa solicitud por las ánimas benditas, cuya liberación solicita. Esta tendencia nos pinta la muerte y el juicio con pinceladas sombrías, resaltando la secuencia del “Dies irae”, descripción poética del Juicio Final.
En casi todas las parroquias de la diócesis existieron “cofradías de ánimas” que encargaron retablos, organizaban y pagaban el culto, se dedicaban a la tarea de ayudar y enterrar con su caridad a los más pobres y asistir a los funerales de sus hermanos cofrades.
Durante la noche del 1 al 2 de noviembre en los pueblos se tocaba a difunto, pidiendo oraciones por su eterno descanso y recordando nuestro destino final. El Día de los Difuntos, los clérigos rezaban responsos ante las tumbas ubicadas en los templos y en los cementerios. La comunidad cristiana siempre colocó cruces en las tumbas, frases o símbolos alusivos a la Resurrección. Hoy en día se acude a depositar flores en su recuerdo.
Entre los retablos de la Diócesis dedicados a las Benditas Ánimas destacan los de las parroquias de Becerril de Campos, Herrera de Valdecañas, Pedraza, Fuentes de Nava, todos ellos de los siglos XVII y XVIII.
Texto: José Luis Calvo
Fotografía: Antonio Rubio
Oración
O Dios gloria de los fieles
y vida de los justos, no-
sotros, los redimidos por
la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tus fieles difuntos, y pues creyeron y esperaron en Ti merezcan
alcanzar los gozos de la
eterna bienaventuranza.
y vida de los justos, no-
sotros, los redimidos por
la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tus fieles difuntos, y pues creyeron y esperaron en Ti merezcan
alcanzar los gozos de la
eterna bienaventuranza.
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