Hoy es uno de estos días en los que doy gracias a mi profesión por permitirme conocer historias como la de Francisco. Un hombre natural de Cartagena que se inició en los mundos de los pequeños hurtos y acabó echándose al monte, sólo, sin dinero, en un principio con armas, que abandonó a los pocos días. Y allí, sin teléfono, ni nadie con el que conversar ha permanecido más de 20 años. Comía cuando sentía hambre, en invierno se duchaba cuando llovía y en verano, aprovechaba lo ríos. Entraba en las casas cuando sus dueños no estaban y robaba comida, latillas, bebida, pilas, mecheros, algún cigarrillo pero nunca robaba dinero, ni joyas, no le interesaba... él en el monte sólo quería ser libre y sobrevivir. Cuando se le estropeaba el abrigo que lo resguardaba del frío lo cambiaba por otro que robaba en alguna casa y dejaba el viejo. Se alimentaba de lo que el campo le ofrecía, frutos, hormigas, saltamontes, alguna oveja que cazaba, serpientes y asegura que las abejas y los saltamontes son muy sabrosos... y así permaneció dos décadas recorriendo los distintos campos de España.
Me gustaría conocer los sueños que tenía Francisco cuando era niño, pero me sorprende contestando que él nunca tuvo sueños. Vivió en una familia normal, pero se rodeó siempre de golfillos, robaban coches para ir al baile en el pueblo de al lado, se paraban delante del puesto de la guardia civil con el coche robado para que les persiguieran, lo que empezó siendo algo para divertirse se fue complicando hasta recalar en la cárcel.
Francisco tiene una mirada limpia, que transmite cierta tristeza pero sobre todo transmite bondad, a pesar de los hurtos y los errores que haya cometido en el pasado.
Hace algo más de un año, Francisco estaba en el norte de Palencia, le pilló una gran nevada y se le helaron los pies, apenas podía andar y tenía que arrastrarse. No fue al médico y entró a robar en una casa y como tenía hambre, se puso a cocer unos macarrones, allí fue cuando le pilló la guardia civil. Hasta que se decida su entrada en prisión, Francisco permanece en el centro de las personas sin hogar de Cáritas, aquí lleva nueve meses, aquí es donde le han curado los pies y ahora puede calzarse y andar. Atiende el ropero, ayuda en la limpieza del centro y se ofrece para ayudar en los recados que se necesitan.
Asegura que el tiempo que permaneció en el monte vivía feliz, en ciertos momentos lo añora porque para Francisco la salud y la libertad son lo más importante.
¿Qué ha supuesto el centro de Cáritas?
Yo estuve muchas veces a punto de irme, pero gracias a las personas que trabajan en el centro, he optado por permanecer aquí, se han portado muy bien conmigo. Si yo no me he ido del centro ha sido por las personas que me han acogido, me he sentido querido y muy bien tratado.
¿Qué planes tiene?
No lo sé. Ni me lo planteo. Estoy a la espera de que una juez decida si ingreso en prisión. No hago planes.
No lo sé. Ni me lo planteo. Estoy a la espera de que una juez decida si ingreso en prisión. No hago planes.
¿Percibe alguna prestación?
No. Como he estado muchos años sin estar empadronado, no tengo derecho a nada
No. Como he estado muchos años sin estar empadronado, no tengo derecho a nada
Para nuestra sociedad, ¿las personas que viven en la calle son invisibles?
Sí, para la gran mayoría, sí. Sólo hay que observarlo, cuando alguien pasa al lado de alguien que está en la calle, se distancia y pocos miran a la cara. El tiempo que yo estuve en el monte, nadie se acercó, sólo los del seprona o la guardia civil, aunque entiendo perfectamente que nadie lo hiciera, en mi caso yo también rehuía a las personas, me escondía o daba un rodeo para no encontrarme con nadie.
Sí, para la gran mayoría, sí. Sólo hay que observarlo, cuando alguien pasa al lado de alguien que está en la calle, se distancia y pocos miran a la cara. El tiempo que yo estuve en el monte, nadie se acercó, sólo los del seprona o la guardia civil, aunque entiendo perfectamente que nadie lo hiciera, en mi caso yo también rehuía a las personas, me escondía o daba un rodeo para no encontrarme con nadie.
La historia de Francisco ha conseguido hacerme visible a las personas que creen que lo han perdido todo y cuyo pasado les pesa como una losa. Sólo pido para Francisco que aprenda a perdonarse a sí mismo y que aproveche las nuevas oportunidades que le ofrezca la vida.
Natalia Aguado León
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